Hera: quién es, historia de la diosa y mitología de la gran engañada

Antigüedad

Esta divinidad griega cargó con mucho sufrimiento a sus espaldas. Su hermano Zeus la burló antes y después de tomarla como esposa. Reaccionó con gran furia 

Mitología griega: la historia de los dioses olímpicos

Júpiter y Juno, equivalentes romanos de los dioses griegos Zeus y Hera, en una representación del artista irlandés James Barry

Júpiter y Juno, equivalentes romanos de los dioses griegos Zeus y Hera, en una representación del artista irlandés James Barry

Dominio público

La reina de los dioses era tremenda. No hay que dejarse engañar por la Hera serena y majestuosa, ajena a toda emoción, de las obras de arte. Pero tampoco juzgarla severamente, porque, si nos atenemos a sus orígenes y la mitología, su temperamento desabrido y el rencor y los celos que la carcomían estaban más que justificados. 

¿Cómo no iba a estar fuera de sí? Ella, que era literalmente la Señora, la diosa de la tierra más arraigada, venerada desde muy antiguo en Argos, vio cómo los micénicos y su culto a un dios extranjero, Zeus, le robaron protagonismo. Fue asimilada como hermana gemela y consorte del rey de los cielos, cierto, pero a costa de perder su identidad de la manera más cruel.

Los griegos reconocieron esa dedicación convirtiéndola en la mujer ideal, protectora del matrimonio y la maternidad

Fue sustituida por Gea como diosa de la tierra, y, por gracia de la mitología, su padre, Cronos, se la tragó. Fue Zeus quien hizo que Cronos la regurgitara, pero una cosa es que la salvara y otra muy diferente que después la cortejara y pretendiera desposarla. Incapaz de aceptar un no como respuesta, el ladino Zeus le tendió una trampa. Se transformó en un cuco y, cuando la diosa, enternecida, lo arrimó a su cuerpo, Zeus recuperó su forma humana y la violó. Hera, por vergüenza, se casó con él.

A malas con su marido

Con semejante precedente, debería de haber pensado en el suplicio que la esperaba. Las continuas infidelidades de su marido la llevaron por la calle de la amargura. Presa de los celos, fue una fuente de conflicto permanente, y sus peleas con Zeus crearon una gran tensión en el Olimpo y, por extensión, en el mundo. 

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Vulcano, equivalente al dios griego Hefesto, dando armas a Venus (Afrodita), por Anthony van Dyck

Terceros

Aun así, siempre le fue fiel y cuidó de los cuatro hijos que tuvieron, Ares, Discordia, Ilitía y Hebe. Con Hefesto, que concibió sola, no fue tan buena madre, ya que renegó de él por feo y cojo, pero luego se arrepintió y lo acogió en el seno de la familia olímpica. 

Los griegos reconocieron esa dedicación convirtiéndola en la mujer ideal, protectora del matrimonio y la maternidad. El único reproche que se le podía hacer era que conspirara en una ocasión con Atenea y Poseidón para derrocar a Zeus, pero es que estaba realmente harta de sus infidelidades. De todas formas, la rebelión no prosperó y Zeus, tras castigarla, la perdonó.

Hera no perdona

Con Zeus no había manera, pero Hera no estaba dispuesta a que nadie más ofendiera su dignidad. Por eso fue implacable con las amantes de su marido, sobre todo las mortales, a quienes acosaba y a veces provocaba la muerte (como Sémele), y se cebó con los hijos fruto de esas uniones ilegítimas, desde Dioniso a Heracles. 

Y como además de reina era bella, no toleró a los troyanos que Paris no la eligiera como la diosa más hermosa. Su templo principal era el Hereo de Argos, aunque todas las ciudades y colonias griegas, por supuesto, la adoraban.

Este artículo se publicó en el número 509 de la revista Historia y Vida. ¿Tienes algo que aportar? Escríbenos a redaccionhyv@historiayvida.com.

Logo LV Este artículo se publicó en La Vanguardia el 12 de septiembre de 2019
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