La vida eterna

  • La vida eterna

Con las siguientes palabras, el presidente Harold B. Lee instruyó a los miembros de la Iglesia sobre los requisitos para obtener la vida eterna:

«La primera meta de ese plan eterno es que todos viniésemos a la tierra y obtuviésemos un cuerpo físico, y entonces, después de la muerte y la resurrección subsiguientes, el espíritu y el cuerpo resucitado ya no quedarían sujetos a la muerte; esto fue una dádiva a toda alma viviente como lo declaró Pablo: ‘Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados’ (1 Corintios 15:22).

«Lo que esto significa para un moribundo o para una madre que haya perdido un hijo, pueden ilustrarlo las siguientes palabras de una joven madre a la que visité en el hospital hace unos años: ‘He pensado mucho, y he llegado a la conclusión de que sería lo mismo para mí morir ahora que vivir hasta los setenta, los ochenta o los noventa años. Mientras más pronto pueda llegar al lugar donde pueda estar activa y haciendo las cosas que me brindarán gozo eterno, mejor será para todos’. La consolaba la idea de que la vida que había llevado la hacía digna de entrar en la presencia de Dios, lo cual es gozar de la vida eterna.» («Comprender quiénes somos», Liahona, junio de 1974, págs. 35—36.)

Nuestra búsqueda de la vida eterna comenzó en la vida premortal.
■ «La elección y la preordenación se fundamentan en la preexistencia. Estos principios sólo pueden comprenderse a la luz de las siguientes verdades eternas:

«1. Que Dios es nuestro Padre, literal y efectivamente en todo el sentido de la palabra, y que nosotros somos sus hijos, su progenie espiritual.

«2. Que en la vida premortal moramos con nuestro Padre Eterno por un largo período de tiempo inmensurable, durante el cual estuvimos sujetos a sus leyes y El nos dotó con el libre albedrío.

«3. Que como consecuencia desarrollamos una infinita variedad y grados de talento y capacidad.

«4. Que cuando nacemos en esta vida mortal de probación traemos con nosotros esos talentos y capacidades que adquirimos en la vida premortal.» (Bruce R. McConkie, «Are We Foreordained to Be Exalted?», Instructor, feb. de 1969, pág. 40.)

1. Antes de que el mundo existiese, se nos hizo saber de la promesa y la posibilidad de obtener la vida eterna (véase Tito 1:2).
2. Al haber mantenido nuestro primer estado, los que venimos a esta tierra como mortales nos convertimos, por medio de nuestra fidelidad y diligencia, en herederos de la vida eterna (véanse Efesios 1:3-4; 2 Tesalonicenses 2:13-14).
3. Entre los hijos de Dios que se encontraban en la vida premortal estaban los nobles y grandes elegidos para ser gobernantes entre los hombres (véanse D. y C. 138:56; Abraham 3:23; Jeremías 1:4-5).

A los que vienen a la mortalidad se les llama y elige para recibir bendiciones adicionales en esta vida.
■ «El objeto de venir a esta tierra es el de hacer la voluntad del Padre de la misma manera que se hace en el cielo, obrar con rectitud en la tierra, subyugar la iniquidad y pisotearla, conquistar el pecado y al adversario de nuestra alma, elevarnos por encima de las imperfecciones y las debilidades de la pobre y caída humanidad por medio de la inspiración del Dios Todopoderoso y Su poder, y de ese modo convertirnos verdaderamente en los santos y siervos del Señor en esta tierra.» (Joseph F. Smith, en Conference Report, abril de 1902, pág. 85.)

■ «La felicidad es el objeto y propósito de nuestra existencia; y también será el fin de ella, si seguimos el camino que nos conduce a la felicidad; y ese camino es virtud, justicia, fidelidad, santidad y obediencia a todos los mandamientos de Dios. Mas no podemos guardar todos los mandamientos si en primer lugar no los conocemos, y no podemos esperar conocerlos todos, o conocer más de lo que ya conocemos a menos que cumplamos o guardemos los que ya hemos recibido . . .

«… Todo cuanto Dios requiere es justo, no importa lo que sea, aunque no podamos ver la razón por ello sino hasta mucho después que se hayan verificado los hechos. Si buscamos el reino de Dios primeramente, todas las demás cosas buenas serán añadidas.» (José Smith, Enseñanzas del Profeta fosé Smith, pág. 312.)

■ «No deben alterarse ni cambiarse las ordenanzas que fueron instituidas en los cielos antes de la fundación del mundo, en el sacerdocio, para la salvación de los hombres. Todos tienen que salvarse de acuerdo con los mismos principios . . .

«Todos los hombres que llegan a ser herederos de Dios y coherederos con Cristo tendrán que recibir la plenitud de las ordenanzas de su reino; y los que no reciban todas las ordenanzas no alcanzarán la plenitud de esa gloria, y posiblemente perderán todo.» (Smith, Enseñanzas, págs. 376-377.)

1. Uno de los propósitos de nuestra existencia mortal es recibir un cuerpo físico de carne y huesos (véanse Génesis 2:7; Hebreos 2:14).
2. Se nos dan mandamientos y la oportunidad de ser probados en una experiencia mortal (véanse Abraham 3:25; 2 Nefi 2:21; Alma 12:24; 42:4-5; D. y C. 29:43).
3. Recibimos la oportunidad de participar en las ordenanzas eternas de salvación (véanse Alma 13:16; D. y C. 124:38-40; tercer Artículo de Fe).
4. Los que buscan las bendiciones del Señor guardando sus mandamientos y observando sus ordenanzas hacen «firme» su «vocación y elección» (véase 2 Pedro 1:10; véase también vers. 3-9).

El hacer firme nuestra vocación y elección es una meta importante en la vida mortal.
■ «Después que una persona tiene fe en Cristo, se arrepiente de sus pecados, se bautiza para la remisión de ellos y recibe el Espíritu Santo (por la imposición de manos), que es el primer Consolador, entonces si continúa humillándose ante Dios, teniendo hambre y sed de justicia y viviendo de acuerdo con todas las palabras de Dios, el Señor le dirá dentro de poco: Hijo, serás exaltado. Cuando el Señor lo haya probado en todas las cosas, y haya visto que aquel hombre está resuelto a servirlo, pase lo que pase, ese hombre verá que su vocación y elección han sido confirmadas …» (Smith, Enseñanzas, pág. 178.)

■ «Los miembros de la Iglesia que consagran completamente su vida a la rectitud, a vivir de acuerdo con toda palabra que sale de la boca de
Dios, hacen que su vocación y su elección sean firmes.

Lo que quiere decir que reciben la palabra profética más segura, o sea que el Señor les sella su exaltación mientras se hallan todavía en esta vida.» (Bruce R. McConkie, Mormon Doctrine, pág. 109.)

■ «Los elegidos de Dios son un grupo selecto, un círculo íntimo de fieles miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días. Es esa porción de los miembros de la Iglesia que luchan con todo su ser por guardar la plenitud de la ley del evangelio en esta vida para poder llegar a ser herederos de la plenitud de recompensas del evangelio en la vida venidera.» (McConkie, Mormon Doctrine, pág. 217.)

■ «El hombre puede y debe transformarse. El tiene dentro de sí la semilla de la divinidad, la cual puede germinar, crecer y desarrollarse. De la misma manera que la bellota se convierte en un roble, el hombre mortal se convierte en un dios. Está dentro de su poder el elevarse por medio de su propio esfuerzo, desde el plano en que se encuentra hasta el plano en que debe estar. Puede ser que el ascenso sea largo y difícil, con muchos obstáculos, pero la posibilidad de lograrlo es real.» (Spencer W. Kimball, The Teachings of Spencer W. Kimball, pág. 28.)

■ «Son muchos los llamados a servir en el reino de Dios … El Señor nunca prometió que recibirían bendiciones los que no permanecen fieles, los que han recibido el llamamiento y el nombramiento pero que no se han mantenido firmes. Aunque hay muchos que aparentemente piensan que es así, solamente serán elegidos los que sirvan y sean fieles. La razón por la cual hay tantos que se desvían se debe a que ‘han puesto su corazón en las cosas de este mundo, y aspiran tanto a los honores de los hombres’.» (Joseph Fielding Smith, Church History and Modern Revelation, 2:177-178.)

1. Los escogidos de Dios son aquellos que escuchan su voz y le obedecen (véase D. y C. 29:7).
2. El hacer firme nuestra vocación y elección requiere diligencia y esfuerzo para desarrollar atributos semejantes a los de Dios (véanse 2 Pedro 1:10-12; Mosíah 5:15; 2 Timoteo 4:7-8).
3. Aun cuando son muchos a los que Dios llama para recibir sus bendiciones, en comparación son muy pocos los que se hacen dignos de ellas (véanse Lucas 13:23-24; Mateo 22:11-14; D. y C. 121:34-40).
4. Somos libres de elegir por nosotros mismos (véanse 2 Nefi 2:27; 10:23; Helamán 14:30).

Los que afirman su vocación y elección heredan la vida eterna.
■ «El tema que tengo en mente para analizar es el de ‘hacer firme la vocación y elección’. Para hacerlo debemos recibir un testimonio divino de que heredaremos la vida eterna. El objetivo supremo de la persona que sabe quién es Dios y que comprende su relación con El y los designios de Dios para con ella es alcanzar la vida eterna. Así es como debe ser, ya que la vida eterna ‘es el máximo de todos los dones de Dios’ (D. y C. 14:7). Llevar a cabo ‘la vida eterna del hombre’ es la ‘obra y . . . gloria’ de Dios. Para ese fin El concibe, da existencia, dirige y utiliza todas sus creaciones. (Moisés 1:38-39.)» (Marión G. Romney, en Conference Report, oct. de 1965, pág. 20.)

■ «La vida eterna es la clase de vida que Dios mismo disfruta. El plan del evangelio, ideado por el Padre y puesto en funcionamiento por la expiación de Jesucristo, pone la vida eterna al alcance de todos. El Señor aseveró este principio cuando dijo: ‘Si guardas mis mandamientos y perseveras hasta el fin, tendrás la vida eterna’ (D. y C. 14:7).» (Romney, en Conference Report, oct. de 1965, pág. 20.)

1. La vida eterna es el más grande de todos los dones de Dios (véase D. y C. 14:7).
2. Los fieles y diligentes son coherederos con Jesucristo y herederos de todo lo que tiene el Padre (véanse Romanos 8:17; D. y C. 84:38; Gálatas 4:6-7; Apocalipsis 3:21; D. y C. 88:107; 131:5).
3. Los que hereden la vida eterna morarán en la presencia de Dios y serán coronados con honor y con gloria inmortal (véanse D. y C. 20:14; 75:5; 76:62).

— Véase Doctrina del Evangelio (Religión 231 y 232)


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