REGENERACION

Mat 19:28 de cierto os digo que en la r, cuando
Tit 3:5 el lavamiento de la r y por la renovación


Regeneración (gr. palinguenesí­a, “renacimiento”, “regeneracióni”). Expresión usada: 1. Para el nuevo nacimiento que acompaña a la conversión (Tit. 3:5). 2. Para la renovación del mundo en ocasión de la venida de Cristo (Mat 19:28).

Fuente: Diccionario Bíblico Evangélico

(gr., paligguenesia, nacimiento). La regeneración tiene como su idea básica nacer de nuevo o ser restaurado. Aunque la palabra es en realidad usada solamente dos veces en el NT (Mat 19:28; Tit 3:5), muchos pasajes sinónimos sugieren su significado básico. Términos relacionados son nacer de nuevo (Joh 3:3, Joh 3:5, Joh 3:7), nacido de Dios (Joh 1:13; 1Jo 3:9), dar vida (Eph 2:1, Eph 2:5), y renovación (Rom 12:2; Tit 3:5). La rege-neración es el cambio espiritual realizado en los corazones de las personas en las que su naturaleza pecaminosa inherente es cambiada y por la que ellas son capacitadas a responder a Dios en fe.

La regeneración es, por lo tanto, un acto de Dios a través de la agencia inmediata del Espí­ritu Santo operativo en el ser humano (Col 2:13), originando en él una nueva dimensión de vida moral, una resurrección a nueva vida en Cristo. Esta nueva vida no es meramente un estado neutral que resulta del perdón de pecado, sino una implantación de la justicia de Cristo en el humano, por el cual él le da vida (Joh 5:21), es engendrado (1Jo 5:1), hecho una nueva criatura (2Co 5:17), recibe una nueva vida (Rom 6:4) y la naturaleza divina (2Pe 1:4).

Fuente: Diccionario Bíblico Mundo Hispano

(engendrarse de nuevo, nacer de nuevo).

Jua 3:3-7, Tit 3:5, Mat 19:28.

Es el cambio espiritual que se produce en el corazón del hombre por obra y gracia del Espí­ritu Santo, por el cual se transforma la naturaleza pecaminosa, y puede responder por fe a Dios, viviendo de acuerdo a su voluntad.

Abarca al hombre o a la mujer en su totalidad, pues renueva su naturaleza, altera la disposición que los gobierna, ilumina su mente y libera su voluntad para poder hacer el bien.

Se obtiene por la Redención de Cristo, gratis, por la fe, en su Iglesia. Ver “Redención”.

Diccionario Bí­blico Cristiano
Dr. J. Dominguez

http://biblia.com/diccionario/

Fuente: Diccionario Bíblico Cristiano

Con esta palabra se alude en Mateo a un tiempo futuro (†œDe cierto os digo que en la r., cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria…†), cuando Dios culminará su obra en la historia y creará †œcielos nuevos y tierra nueva† (2Pe 3:13). Esto ha comenzado a producirse ya en las personas que han creí­do al evangelio (†œ… por el lavamiento de la r. y por la renovación del Espí­ritu Santo† [Tit 3:5]). El vocablo griego es palingenesia.

Esta vieja creación de Dios va a ser reemplazada por una nueva. Ese es †œel anhelo ardiente de la creación† que aguarda †œla manifestación de los hijos de Dios† (Rom 8:19). Aunque eso forma parte de la esperanza escatológica, es importante entender que el proceso ya comenzó con el nuevo nacimiento de aquellos que serán los habitantes de los †œcielos nuevos y tierra nueva†. Por eso se dice de ellos que son †œnueva criatura† (2Co 5:17) y †œuna nueva creación† (Gal 6:15). Dios se propuso †œcrear para sí­ mismo … un solo y nuevo hombre† (Efe 2:15). él †œnos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos† (1Pe 1:3).
estos hechos está el cumplimiento de promesas que se hicieron en el AT, cuando Dios dijo: †œDaré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón† (Jer 31:33). El instrumento para ello es el Espí­ritu Santo (†œY después de esto derramaré mi Espí­ritu sobre toda carne† [Joe 2:28]) y la palabra de Dios (†œ… siendo renacidos … por la palabra de Dios† [1Pe 1:23]). Por eso el Señor Jesús hablaba a †¢Nicodemo sobre nacer †œdel agua y del Espí­ritu† (Jua 3:5).
, ciertamente, un misterio la forma en que esto se produce en la experiencia humana (†œEl viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así­ es todo aquel que es nacido del Espí­ritu† [Jua 3:8]). Sobre todo, cuando pensamos que a través de la r. llegamos a †œser participantes de la naturaleza divina† (2Pe 1:4). Lo que no es misterio, sin embargo, es el resultado visible que se produce en los seres humanos que pasan por esta bendita experiencia. Sus vidas son cambiadas, sus temperamentos modificados, sus intereses son otros, ligados a los de Dios, y se produce en ellos la piedad.

Fuente: Diccionario de la Biblia Cristiano

tip, DOCT

ver, CONVERSIí“N, AGUA, BAUTISMO, LAVAMIENTO

vet, (gr. “palingenesia”). La regeneración o nuevo nacimiento es el cambio de naturaleza producido por el Espí­ritu Santo en el hombre, al que le comunica una vida nueva. La justificación cambia la situación del hombre ante Dios: es declarado justo, y no más considerado como pecador; la regeneración transforma su ser moral y espiritual. Lo primero es necesario a causa de su culpabilidad; lo segundo, a causa de su corrupción. El hombre natural está muerto en sus delitos y pecados (Ef. 2:1). No puede recibir ni conocer las cosas del Espí­ritu de Dios (1 Co. 2:14). No puede ni ver el Reino de Dios ni entrar en él (Jn. 3:3, 5). Para ello, es necesario que nazca de nuevo, no ya de la carne, sino de Dios (Jn. 3:6-8). Juan insiste en el hecho de que “todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios” (1 Jn. 5:1); aún más, ya no es un hijo del diablo, sino de Dios (1 Jn. 3:8-10); habiendo pasado de muerte a vida, puede amar a sus hermanos (1 Jn. 3:14; 4:7). El Señor crea en él un hombre nuevo (Ef. 4:22-24; Col. 3:9-10); hace de él una nueva criatura (2 Co. 5:17), comunicándole una nueva naturaleza. El creyente resucita así­ espiritualmente con Cristo, que vive en El por el Espí­ritu, permitiéndole vivir para Su gloria (Ro. 6:4-11; 8:9; Gá. 5:16, 22-25). Los factores de la regeneración, tales como son dados en las Escrituras, son los siguientes: (a) La Palabra viva y permanente de Dios actúa en muchos como una semilla de vida (1 P. 1:23; cfr. Ro. 10:17). (b) La obra milagrosa del Espí­ritu Santo nos resucita espiritualmente (Tit. 3:5; Jn. 3:5-8). Esta obra es instantánea, como el nacimiento fí­sico, incluso si la conversión (que es su resultado) lo es menos (véase CONVERSIí“N). (c) Habiendo recibido la Palabra de Dios y aceptado la obra de convicción del Espí­ritu Santo, la fe es puesta de corazón en Jesucristo. A partir de ahí­, “tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” (Jn. 5:24). La regeneración bautismal es la enseñanza de la iglesia de Roma y de aquellas confesiones que participan en su concepción ritualista-sacramental. Según esta enseñanza, el bautismo es la causa eficaz de la regeneración de una manera milagrosa, y los niños que mueren sin bautismo no pueden entrar en el Paraí­so. Es de esta manera que se malinterpreta el pasaje de Jn. 3:3-5. Sin embargo, todo lo que se ha expuesto acerca del papel de la Palabra de Dios, del Espí­ritu Santo, y de la fe, muestra lo erróneo de tal interpretación. En realidad no es el bautismo de agua lo que regenera al que oye con fe; el bautismo de agua es el sí­mbolo y testimonio de esta realidad, y la incorporación al testimonio corporado de la Iglesia en su aspecto externo. (Véanse AGUA, BAUTISMO, LAVAMIENTO, LAVAMIENTO DE LA REGENERACIí“N.) Bibliografí­a: Billy Graham: “Paz con Dios”, Ed. Moody, 1965; Lewis Sperry Chafer: “Camino de la Salvación” Ed. Portavoz Evangélico 1975. Lewis Sperry Chafer y John F. Walwoord: “Grandes Temas Bí­blicos” Ed. Portavoz Evangélico 1976. Juan Bunyan: “El progreso del Peregrino” (reedición) Ed. Clí­e 1980, esta alegorí­a de la vida cristiana es un clásico del pensamiento evangélico sobre el tema de la vida cristiana. Ernesto Trenchard: “Estudios de Doctrina Fundamental”, Ed. Literatura Bí­blica, 1969; John R. W. Stott: “Cristianismo básico”, Ed. Certeza, 1965; Juan Wesley: “Sermones escogidos”, Casa Nazarena de Publicaciones, 1975; Francisco Lacueva: “Doctrinas de la Gracia”, Ed. Clí­e, 1976.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado

Palabra propia del N. T. para significar la nueva vida del cristiano, el cual, mediante el bautismo, se convierte en una nueva criatura (Rom 12,2; Tit 3,5); ha renacido de lo alto (Jn 3,3); se ha renovado radical, totalmente (Rom 6,1-14; 1 Cor 1,10; 6,11; 12,13; 2 Cor 3,6; Gál 3,27). Este renacer de nuevo (1 Pe 1,3), efectuado por el bautismo y el Espí­ritu Santo (Jn 3,5), es condición indispensable para entrar en el reino de Dios Qn 3,5).

E. M. N.

FERNANDEZ RAMOS, Felipe (Dir.), Diccionario de Jesús de Nazaret, Editorial Monte Carmelo, Burbos, 2001

Fuente: Diccionario de Jesús de Nazaret

La regeneración, o nuevo nacimiento, es la recreación interna de la naturaleza humana caída, por la acción del Espíritu Santo (Jn. 3:5–8). La Biblia concibe la salvación como la renovación redentiva del hombre sobre la base de una relación restaurada con Dios en Cristo, y la presenta como que involucra «una transformación radical y completa obrada en el alma (Ro. 12:2; Ef. 4:23) por Dios el Espíritu Santo (Tit. 3:5; Ef. 4:24), en virtud de lo cual llegamos a ser ‘hombres nuevos’ (Ef. 4:24; Col. 3:10), ya no conformados a este mundo (Ro. 12:2; Ef. 4:22; Col. 3:9), sino creados según la imagen de Dios en conocimiento y santidad de la verdad (Ef. 4:24; Col. 3:10; Ro. 12:2)» (B.B. Warfield, Biblical and Theological Studies, Presbyterian and Reformed Publishing Company, Filadelfia, 1952, p. 351). Regeneración es el nacimiento por medio del cual comienza esta obra de nueva creación, así como la santificación es el «crecimiento» por medio del cual continúa (1 P. 2:2; 2 P. 3:18). La regeneración en Cristo cambia la disposición de egocentrismo, sin ley y sin Dios, que domina al hombre en Adán por una disposición de confianza y amor, de arrepentimiento por la rebeldía e incredulidad del pasado, y una amante conformidad con la ley de Dios de allí en adelante. Ilumina la mente ciega para discernir las realidades espirituales (1 Co. 2:14–15; 2 Co. 4:6; Col. 3:10), y libera y da poder a la voluntad que era esclava para que libremente obedezca a Dios (Ro. 6:14, 17–22; Fil. 2:13). El uso del nuevo nacimiento para describir este cambio enfatiza dos hechos al respecto. El primero es su carácter decisivo. El hombre regenerado para siempre deja de ser el hombre que era; su vida antigua ha pasado y ha comenzado una nueva vida; es una nueva criatura en Cristo, sepultado juntamente con él fuera del alcance de la condenación, y ha resucitado con él a una nueva vida de justicia (véase Ro. 6:3–11; 2 Co. 5:17; Col. 3:9–11). El segundo hecho enfatizado es el monergismo de la regeneración. El bebé no induce ni coopera con su propia procreación y nacimiento; tampoco pueden, quienes están muertos en «delitos y pecados», provocar la operación vivificadora del Espíritu de Dios dentro de ellos (véase Ef. 2:1–10). La vivificación espiritual es un ejercicio libre y misterioso del poder divino (Jn. 3:8). Esta vivificación es misteriosa para el hombre porque para él es imposible explicarla en función de una combinación o cultivo de los recursos humanos existentes (Jn. 3:6), que no es causada ni inducida por ningún esfuerzo humano (Jn. 1:12–13), ni por méritos (Tit. 3:3–7), y por lo tanto, no se puede igualar ni atribuir a ninguna de las experiencias, decisiones y actos a los cuales da origen y por los cuales se podría saber que ocurrió.

  1. Presentación bíblica. El sustantivo «regeneración» (palingenesia) aparece solamente dos veces. En Mt. 19:28, denota la restauración escatológica de todas las cosas (Hch. 3:21) bajo el Mesías, al quien esperaba el pueblo de Israel. Este eco de uso judaico señala hacia el esquema mayor de la renovación cósmica dentro del cual se encuentra la de los individuos. En Tit. 3:5, la palabra se refiere a la renovación del individuo. En otros lugares se expresa en otra forma el pensamiento de la regeneración.

En las profecías del AT, la regeneración se describe como la obra de Dios que renueva, circuncida y ablanda los corazones de los israelitas, escribiendo en ellos sus leyes, haciendo que sus poseedores lo conozcan, lo amen y le obedezcan como nunca antes lo hicieron (Dt. 30:6; Jer. 31:31–34; 32:39–40; Ez. 11:19–20; 36:25–27).

Es una obra soberana de purificación de la inmundicia del pecado (Ez. 36:25; cf. Sal. 51:10), obrada por el soplo (espíritu: Ez. 36:27; 39:29) personal de energía creadora de Dios. Jeremías declara que tal renovación, en escala nacional, introducirá, y será señal de la nueva administración mesiánica que Dios hace de su pacto con su pueblo (Jer. 31:31; 32:40).

En el NT, el pensamiento de regeneración está más enteramente individualizado, y en el Evangelio de Juan y en su Primera Epístola, la figura del nuevo nacimiento—«de arriba» (anōzen: Jn. 3:3, 7, como Moffatt), «de agua y del Espíritu», esto es, por medio de una operación purificadora del Espíritu de Dios (véase Ez. 36:25–27; Jn. 3:5; cf. 3:8), o simplemente «de Dios» (Jn. 1:13, nueve veces en 1 Jn.)—es integral a la presentación de la salvación personal. El verbo gennaō (que significa tanto «engendrar» como «dar a luz») se usa en estos pasajes en el tiempo aoristo o perfecto para denotar la obra divina, de una vez para siempre, por la cual el pecador, que antes era solamente «carne», y como tal, lo supiera o no, completamente incompetente en asuntos espirituales (Jn. 3:3–7), es hecho «espíritu» (Jn. 3:6)—esto es, se lo habilita y se lo hace recibir y responder a la revelación salvadora de Dios en Cristo. En el Evangelio, Cristo asegura a Nicodemo que no hay actividades espirituales—ni ver ni entrar en el reino de Dios, porque no hay fe en él mismo—sin la regeneración (Jn. 3:1ss.); y Juan declara en el prólogo que solamente el regenerado recibe a Cristo y entra en el privilegio de los hijos de Dios (Jn. 1:12–13). En forma inversa, en la Epístola, Juan insiste en que no hay regeneración que no produzca actividades espirituales. El regenerado hace justicia (1 Jn. 2:29) y no vive una vida de pecado (3:9; 5:18: el tiempo presente indica la obediencia habitual a la ley, no una impecabilidad absoluta, cf. 1:8–10); aman a los cristianos (4:7), creen correctamente en Cristo y experimentan la victoria de la fe sobre el mundo (5:4). Cualquiera que hace de otro modo, no importa qué alardes haga, todavía es hijo no regenerado del diablo (3:6–10).

Pablo especifica las dimensiones cristológicas de la regeneración presentándola como una (1) vivificadora resurrección con Cristo (Ef. 2:5; Col. 2:13; cf. 1 P. 1:3); (2) una obra de nueva creación en Cristo (2 Co. 5:17; Ef. 2:10; Gá. 6:15). Pedro y Santiago añaden que «Dios hace renacer» (anagennaō: 1 P. 1:23) e «hizo nacer (apokueo: Stg. 1:18) por medio del evangelio. Es bajo el impacto de la palabra de Dios que él renueva el corazón, provocando así la fe (Hch. 16:14s.; véase también Llamamiento).

  1. Discusión histórica. Los padres de la iglesia no formularon en forma precisa el concepto de regeneración. Ellos la igualaban, hablando ampliamente, con la gracia bautismal, la cual significaba para ellos, primariamente, (para Pelagio, exclusivamente) remisión de pecados. Agustín comprendió y vindicó, contra el pelagianismo, la necesidad de la gracia precedente para hacer que el hombre crea en Dios y lo ame, pero no identificó esta gracia con la regeneración. Los reformadores reafirmaron la sustancia de la doctrina de Agustín de la gracia precedente, y la teología reformada aún la conserva. Calvino usó la palabra «regeneración» para abarcar toda la renovación subjetiva del hombre, incluyendo la conversión y la santificación. Muchos teólogos reformados del siglo diecisiete igualaban la regeneración con el llamamiento eficaz, y la conversión con la regeneración (lo que explica la sistemática traducción, errada, de epistreƒō, «volver», como un pasivo «sed convertidos» en la King James Version (en inglés); más adelante la teología reformada ha definido regeneración, en forma más estrecha, como la implantación de la «semilla» de la cual brotan la fe y el arrepentimiento (1 Jn. 3:9) en el curso del llamamiento eficaz. El arminianismo elaboró la doctrina de la regeneración en forma sinergista, haciendo que la renovación del hombre dependa de su cooperación previa con la gracia; el liberalismo la elabora en forma naturalista, identificando la regeneración con un cambio moral o una experiencia religiosa.

Los padres perdieron la comprensión de los sacramentos en su sentido bíblico como signos para avivar la fe y sellos para confirmar a los creyentes en la posesión de las bendiciones significadas, y de ese modo llegaron a considerar el bautismo como portador de la regeneración que significaba (Tit. 3:5) ex opere operato a aquellos que no obstruían su operación. Puesto que los bebés no podían hacer esto, todos ellos entonces se consideraban regenerados por el bautismo. Este punto de vista ha persistido en todas las iglesias no reformadas del cristianismo, y entre los sacramentalistas dentro del protestantismo.

BIBLIOGRAFÍA

Artículos sobre «Regeneration» por J. Orr (HDB, 1 vol. edit.); J. Denney (HDCG); J.V. Bartlet (HDB); F. Buechsel y K.H. Rengstorf en TWNT, I, pp. 663–674, 685–688; B.B. Warfield, Biblical and Theological Studies, pp. 351–374; Systematic Theologies de Hodge (III, pp. 1–40); y L. Berkhof (IV. vi. 465–479).

James I. Packer

HDB Hastings’ Dictionary of the Bible

HDCG Hastings’ Dictionary of Christ and the Gospels

TWNT Theologisches Woerterbuch zum Neuen Testament (Kittel)

Harrison, E. F., Bromiley, G. W., & Henry, C. F. H. (2006). Diccionario de Teología (514). Grand Rapids, MI: Libros Desafío.

Fuente: Diccionario de Teología

El sustantivo gr. palingenesia sólo aparece dos veces en el NT (Mt. 19.28, °nbe: “nuevo mundo”, °vp “el tiempo en que todo sea renovado”; Tit. 3.5). Mateo lo emplea escatológicamente, para referirse a la restauración de todas las cosas, recordándonos que la renovación del individuo forma parte de una renovación cósmica más amplia. En Tito vemos el término aplicado con referencia individual.

En las demás partes se usan diferentes términos para expresar el cambio que efectúa el Espíritu Santo. gennaō (con anōthen, Jn. 3.3, 7) significa “engendrar” o “dar a luz a”, y se utiliza en Jn. 1.13; 3.3–8; 1 Jn. 2.29; 3.9; 4.7; 5.1, 4, 18. En 1 P. 1.3, 23 aparece la voz anagennaō—“volver a engendrar” o “hacer nacer de nuevo”—. Estos términos se emplean para describir el acto inicial de la renovación. Las voces anakainōsis (Ro. 12.2; Tit. 3.5), con el verbo anakainoō (2 Co. 4.16; Col. 3.10), denotan un hacer de nuevo o renovación. Las referencias indican que el uso de estas dos palabras no se limita a la renovación inicial, sino que se extiende al proceso resultante. Podemos notar, con referencia al resultado del nuevo nacimiento, términos como kainē ktisis, ‘nueva criatura’ (2 Co. 5.17; Gá. 6.15), y kainos anthrōpos, ‘nuevo hombre’ (Ef. 2.15; 4.24). Dos veces tenemos el término synzōopoiteō, ‘dar vida juntamente con’ (Ef. 2.5; Col. 2.13), que nos da la idea de un cambio, no solamente tan dramático como el nacimiento, sino tan dramático como la resurrección. apokyeō (Stg. 1.18) denota dar a luz.

Al estudiar estos términos notamos que todos indican un cambio drástico y dramático, cambio que podemos comparar con el nacimiento, el nuevo nacimiento, la nueva creación o aun la resurrección. En el contexto correspondiente varios de ellos indican que el cambio es permanente y que produce efectos de largo alcance en el sujeto.

I. Presentación veterotestamentaria

El concepto de la regeneración está más prominente en el NT que en el AT. Muchos pasajes veterotestamentarios plantean el concepto de la renovación nacional, pensamiento que está presente en las declaraciones relativas al nuevo pacto y a la ley escrita en el corazón de los hombres, o a la recepción de corazones nuevos por los hombres (Jer. 24.7; 31.31s; 32.38s; Ez. 11.19; 36.25–27, y el pasaje relativo al “valle que estaba lleno de huesos secos”, 37.1–14).

Aunque es la nación a la que se refieren estas escrituras, una nación puede ser renovada solamente cuando sus individuos cambian. En consecuencia, en el concepto mismo de una renovación nacional encontramos el pensamiento de que los individuos reciben “corazones nuevos”. Otros pasajes se refieren más directamente al individuo (cf. Is. 57.15). Notamos especialmente el Sal. 51, en el que la plegaria de David se expresa en el vv. 10. Si consideramos la seriedad con que se ve el pecado y sus efectos, tal como se expresan en este salmo, poco nos sorprenderá encontrar algo más que una mera alusión a la necesidad de la renovación individual.

II. Presentación neotestamentaria

Debemos considerar esta doctrina en el contexto del hombre pecador (Jn. 3.6; Ef. 2.1–3.5). Se considera que los efectos del pecado sobre la naturaleza humana son tan serios que, sin el nuevo nacimiento, el pecador no puede ver el reino de Dios, y mucho menos entrar en él (Jn. 3.3, 5; cf. 1 Co. 2.6–16).

La iniciativa de la regeneración se le adjudica a Dios (Jn. 1.13); viene de arriba (Jn. 3.3, 7) y por el Espíritu (Jn. 3.5, 8). La misma idea aparece en Ef. 2.4–5; 1 Jn. 2.29; 4.7; etc. Este acto divino es decisivo y de una vez por todas. Se emplean aoristos en Jn. 1.13; 3.3, 5, 7. El uso del tiempo perfecto indica que este simple acto inicial lleva consigo efectos de largo alcance, como en 1 Jn. 2.29; 3.9; 4.7; 5.1, 4, 18. Los resultados perdurables de que nos hablan estos pasajes son hacer el bien, no cometer pecados, amarnos los unos a los otros, creer que Jesús es el Cristo, y vencer al mundo. Estos resultados indican que en asuntos espirituales el hombre no es del todo pasivo. Es pasivo en el nuevo nacimiento, ya que Dios actúa en él. Pero el resultado de este acto es una actividad de grandes alcances; en forma activa se arrepiente, cree en Cristo, y, a partir de ese momento, anda en novedad de vida.

Jn. 3.8 nos recuerda que mucho en relación con este tema es inescrutable. Y, sin embargo, debemos tratar de averiguar qué es lo que realmente le ocurre al individuo en el nuevo nacimiento. Podríamos afirmar con segurida el que no hay cambio alguno en la personalidad en sí, ya que la persona sigue siendo la misma. Pero ahora se encuentra regida de manera diferente. Antes del nuevo nacimiento el pecado regía al hombre, y lo hacía rebelarse contra Dios; ahora el Espíritu lo controla y lo dirige hacia Dios. El hombre regenerado camina segun el Espíritu, vive en el Espíritu, es llevado por el Espíritu, y se le ordena que sea lleno del Espíritu (Ro. 8.4, 9, 14; Ef. 5.18). No es perfecto; tiene que crecer y progresar (1 P. 2.2), pero en cada departamento de su personalidad está siendo encaminado hacia Dios.

Podemos definir la regeneración como un acto drástico que el Espíritu Santo lleva a cabo en la naturaleza humana caída, que hace que cambie totalmente la concepción que esa persona tiene. Ahora podemos describirlo como un nuevo hombre que busca, encuentra, y sigue a Dios en Cristo.

III. Los medios de la regeneración

En 1 P. 3.21 se relaciona estrechamente el bautismo con el ingreso en un estado de salvación, y en Tit. 3.5 tenemos la referencia al lavado de la regeneración. 1 P. 1.23 y Stg. 1.18 mencionan la Palabra de Dios como el medio por el que se llega al nuevo nacimiento. Muchas personas, sobre la base de estos pasajes, afirman que estos son los canales necesarios por medio de los cuales nos llega la regeneración. Con 1 Co. 2.7–16 en mente, debemos preguntarnos si la Palabra de Dios es un medio de regeneración que actúa de esta forma. Aquí se nos enseña claramente que el hombre natural se encuentra en un estado tal que no puede recibir las cosas del Espíritu de Dios. Una intervención divina que haga que el hombre natural sea receptivo a la Palabra de Dios debe anteceder a la acción de escuchar la Palabra de manera salvadora. Cuando así ocurre, la Palabra de Dios hace que la nueva vida adquiera expresión. Resulta claro que el nuevo nacimiento de 1 P. 1.23; Stg. 1.18 se concibe en sentido más integral que en Juan. Juan hace una distinción entre la regeneración y la fe que ella trae aparejada (p. ej. Jn. 1.12–13; 1 Jn. 5.1); Pedro y Santiago, al incluir la referencia a la Palabra como medio, indican que están pensando en todo el procedimiento por medio del cual Dios orienta a los hombres hacia una fe consciente en Cristo.

También podemos considerar este asunto en función de la concepción y el nacimiento. El Espíritu Santo implanta o engendra nueva vida por acción directa sobre el alma. Posteriormente se llega al nacimiento (apokyeō, Stg. 1.18) por medio de la palabra. gennaō (1 P. 1.23) puede tener el significado de nacimiento, además del de engendrar.

Hay otras objeciones bíblicas a la idea de que el bautismo otorga, por sí mismo, gracia regeneradora. Considerar el bautismo de este modo ex opere operato contradice otras escrituras, especialmente la protesta profética contra el abuso de los ritos sacerdotales, y las críticas de Pablo acerca del punto de vista judío relativo a la circuncisión (cf. Ro. 2.28s; 4.9–12). Vemos casos de conversión sin bautismo (Hch. 10.44–48; 16.14–15). Este último caso es especialmente interesante porque se menciona el momento en que Lidia abre su corazón, antes del bautismo, hecho que se menciona específicamente. Si alguien pretende aducir que la situación es diferente en el caso de los cristianos de generaciones subsiguientes, la actitud de Pablo respecto a criterios similares relativos a la circuncisión debería servir para definir la cuestión. La gracia regeneradora proviene del Espíritu, que la proporciona directamente a los pecadores perdidos. La Palabra de Dios le da expresión mediante la fe y el arrepentimiento. El *bautismo da testimonio de la unión espiritual con Cristo en su muerte y resurrección, por cuyo medio recibimos nueva *vida, pero no la proporciona automáticamente si no hay *fe de por medio.

Bibliografía. J. Guhrt, “Regeneración”, °DTNT, t(t). III, pp. 158ss; J. Dey, “Regeneración”, °DTB, 1967, cols. 882–888; L. Berkhof, Teología sistemática, 1972, pp. 555–572; F. Lacueva, Doctrinas de la gracia, 1975, pp. 31ss; J. Baillie, Regeneración y conversión, 1956; W. Eichrodt, Teología del Antiguo Testamento, 1975, pp. 460ss.

Artículos sobre la regeneración por J. V. Bartlet (HDB), J. Denney (DCG), A. Ringwald et al., NIDNTT 1, pp. 176–188. La mayoría de las obras sobre teología sistemática se ocupan de este tema: nótense esp. Hodge (t. 3, pp. 1–40) y Berkhof (pp. 465–479); T. Boston, Human Nature in its Fourfold State, 1720, pp. 131–168; B. Citron, The New Birth, 1951.

M.R.G.

Douglas, J. (2000). Nuevo diccionario Biblico : Primera Edicion. Miami: Sociedades Bíblicas Unidas.

Fuente: Nuevo Diccionario Bíblico