Poco después el clarín alzaba su canto animoso y dominador como el de un gallo. Las diez lanzas de mi escolta se juntaron en la plaza: Regidos por sus jinetes piafaban los caballos ante el blasonado portón.
Eran los días de Pancho Villa, de Emiliano Zapata, Luis Carlos Prestes el caballero de la esperanza en Brasil; la rebelión de allá de la pampa argentina, de la pampa. Una gran rebelión hubo de los indios de la Pampa y los jinetes de la Pampa.
Apresuréme para ganar la otra orilla, y cuando ya mi caballo se erguía asentando los cascos en la arena, sentí en el brazo izquierdo el golpe de una bala y correr la sangre caliente por la mano adormecida. Mis jinetes, doblados sobre el arzón, ya trepaban al galope por una cuesta entre húmedos jarales.
Medró todo esto en amor y compaña maravillosamente, de manera que andando el tiempo salieron de casa del remendón dos gallardos jinetes, montados sobre dos soberbios corceles, seguidos de dos valientes sabuesos, con dos erguidas lanzas y dos brillantes escudos.
Un batallón de
jinetes que entra metiendo mucho ruido en un pueblo pacífico, que en su mayor parte le ve entrar con indiferencia, da que decir a las gacetillas, y el más leve motín de un lugar abulta en los telegramas, donde no se da cuenta de los que van, como todos los años, a trillar sus parvas.
Miguel de Unamuno
Cierto inglés, de vuelta de su saladero vadeaba este pantano a la sazón, paso a paso, en un caballo algo arisco, y sin duda iba tan absorto en sus cálculos que no oyó el tropel de
jinetes ni la gritería sino cuando el toro arremetía al pantano.
Esteban Echeverría
Rodeaban a un hombre muy joven que la semana anterior había derrotado a Miss Arabelle y a Romulus y ganado dos mil luises saltando un foso en Inglaterra. Uno se quejaba de sus jinetes, que engordaban; otro, de las erratas de imprenta que habían alterado el nombre del animal.
En los Emiratos Árabes Unidos, mujeres y niñas son destinadas a la prostitución y el servicio doméstico, y los niños jóvenes son explotados como jinetes de camellos.
Por la izquierda y la derecha a un tiempo entraron galanas dos diferentes cuadrillas, que a unirse en el centro marchan. Compónese cada una, compitiendo en garbo y gala, de doce nobles
jinetes, que de dos en dos avanzan.
Ángel de Saavedra
Asomaba una aurora gris-cenicienta, pues el sol era importante para romper la densa valla de nubes tormentosas, cuando una mujer salía arrastrándose sobre manos y rodillas del matorral vecino; y ya en su borde, que trepó con esfuerzo, se detenía sin duda a cobrar alientos, arrojando una mirada escudriñadora por aquellos sitios desolados.
Jinetes y cabalgaduras entre charcos de sangre, terceloras, sables y morriones caídos acá y acullá, tacos todavía humeantes, lanzones mal encajados en el suelo blando de la hondonada con sus banderolas hechas flecos, algunos heridos revolviéndose en las hierbas, lívidos, exangües, sin alientos para alzar la voz: tal era el cuadro en el campo que ocupó el enemigo.
Eduardo Acevedo Díaz
Unas cuantas negras achuradoras sentadas en hilera al borde del zanjón oyendo el tumulto se acogieron y agazaparon entre las panzas y tripas que desenredaban y devanaban con la paciencia de Penélope, lo que sin duda las salvó, porque el animal lanzó al mirarlas un bufido aterrador, dio un brinco sesgado y siguió adelante perseguido por los
jinetes.
Esteban Echeverría
Cuarenta y tantas carretas toldadas con negruzco y pelado cuero se escalonaban irregularmente a lo largo de la playa y algunos
jinetes con el poncho calado y el lazo prendido al tiento cruzaban por entre ellas al tranco o reclinados sobre el pescuezo de los caballos echaban ojo indolente sobre uno de aquellos animados grupos, al paso que más arriba, en el aire, un enjambre de gaviotas blanquiazules que habían vuelto de la emigración al olor de carne, revoloteaban cubriendo con su disonante graznido todos lo ruidos y voces del matadero y proyectando una sombra clara sobre aquel campo de horrible carnicería.
Esteban Echeverría