(Este artículo contiene spoilers de La vieja guardia, la película de Netflix que protagoniza Charlize Theron, que da vida a Andrómaca de Escitia y que plantea que eso de la inmortalidad al principio parece una bendición pero con el tiempo es una maldición, para lo bueno y para lo malo. Hablamos del final de la película, del personaje de Quyhn, del exilio final de Booker, y de ese epílogo que sienta las bases para la La vieja guardia 2, pero también de la fabulosa escena de amor del furgón blindado.)

Al final de La vieja guardia, a diferencia de otras películas, piensa, por ejemplo, en Tyler Rake, sabemos perfectamente quién está vivo ahora, quién lo ha estado en el pasado y quién lo va a estar en el futuro. El final aquí sí que está claro, no hay dobleces: pasa lo que pasa, que Andy, Andrómaca de Escitia (Charlize Theron) pierde su poder inmortal, al menos de momento, y en ese punto, por fin, se siente más viva que nunca (que es lo importante de haber perdido su inmortalidad después de 6.500 años). Booker es condenado a vivir en soledad, apartado de sus iguales, porque es la condena justa por su traición, además, para un inmortal, ¿qué son 100 años? En una vida condenados a vivir aislados, ¿quién traiciona a sus amigos por mucho que el fin último pueda estar justificado? Y, sí, aparece quien llevábamos toda la película sabiendo que iba a aparecer de nuevo: Quyhn (Verónica Ngo), porque no podía no aparecer después de todo lo que nos habían contado (eso y que nos pasamos sufriendo toda la película con su acuática condena). Además es el contrapunto perfecto de Andy: Andrómaca llega a este punto sin poderes y en paz, después de una vida bien vivida (es un decir) y Quyhn, por el contrario, está en el otro punto del espectro: ha pasado siglos muriendo cada pocos segundos hasta que consiguió liberarse y está cualquier cosa menos en paz consigo misma y con el mundo (léase: con la persona que debería haber ido en su rescate). Pero la película, al margen de que es una película de acción, constreñida a los códigos, a la estructura de una película de acción, plantea una duda más que razonable: eso de la inmortalidad es una gran M.

charlize theron en una escena de la vieja guardia
Netflix

Ay, la eternidad... Andy es una mujer que realmente no sabe exactamente cuál es su edad porque lleva viva más de 6.000 años y un personaje sobre el que se cierne una contundente pregunta: ¿Qué es lo peor que le puede pasar a un ser inmortal? ¿Morir? Parece que después de tanto tiempo ese no es el problema. Ha perdido a gente que quería a lo largo de esos años, así que sabe dejar atrás el pasado, asumir las pérdidas, por dolorosas que sean. Además, realmente no ha estado sola. No desde que conoció a Joe (Marwan Kenzari, Jafar en Aladdin, de eso te sonaba), Nicky (Luca Marinelli) y Booker (Matthias Schoenaerts), y mucho menos ahora que ha encontrado un repuesto, una sustituta: Nile (KiKi Layne). Ahora sí que se puede ir en paz. Ahora que no es inmortal, durará lo que tenga que durar. Pero seguirá haciendo aquello en lo que cree: intervenir en la Historia en momentos que crean que pueden ser decisivos. Y eso es con lo que nos encontramos al final de La vieja guardia.

Andy ha vivido demasiado tiempo con el piloto automático debido a su inmortalidad y ahora tiene que aprender a vivir, pudiendo morir. Había perdido la fe en ella misma y en el ser humano y Nile le devuelve la fe. Bueno, eso y que Copley, el ex agente de al CIA al que da vida Chiwetel Ejiofor (este personaje es una versión dulcificada del original del cómic), le ha mostrado que todos sus desvelos a lo largo de la Historia han tenido consecuencias y que no deben parar. Pero es más, mucho más, lo que nos quieren contar: nos están hablando no solo sobre la inevitabilidad de la muerte, sino también sobre la necesidad de la muerte, que todos morimos y debemos morir y es una película sobre todo lo que dejamos atrás. El gran problema es que se diluye en la acción, pero está ahí. Te puedes dar cuenta si te fijas atentamente. En la mujer de Copley, en Andy, en Booker, en Nile pensando en el efecto que puede tener para su familia que el Ejército se cobre una nueva víctima.

Pero ahí están también Joe y Nicky y su fabulosa historia de amor. ¿Es posible el amor eterno? Ellos demuestran que sí, y además de forma incondicional. ¿Cuáles son las probababilidades de que dos seres inmortales se enamoren para la eternidad? Son la excepción a la regla, pero es que la vida está hecha de excepciones. Y eso es la fabulosa escena del furgón blindado donde Joe proclama a los cuatro vientos su amor por Nicky. Como siempre, el amor nos hace libres.

La historia también juega con otra idea existencial: son inmortales siempre que... No saben qué es lo que les puede quitar la inmortalidad. Lo que no les mató un día puede matarles al siguiente, y eso desde un punto de vista narrativo es potente. Y acabamos la película y no sabemos qué es lo que les hace inmortales. En el caso de Andy no puede ser que haya encontrado 'sustituta' al frente del grupo en Nile porque el otro personaje inmortal que muere y del que no nos dan muchos datos no muere por un motivo similar. En esta duda existencial, mejor armada en la serie de cómics que adapta de Greg Rucka, también guionista de la cinta, que en la película, es donde se apoya la traición de Booker, lo único que lejanamente justifica sus actos. En el cómic además conocemos los resultados de los análisis que les hacen en el laboratorio de la cruel farmacéutica: son humanos, normales, sin ninguna modificación genética, sin midicloirianos, sin nada que les haga diferentes a nosotros biológicamente, salvo que tienen una forma física excepcional.

Y esto es todo lo que hay que saber del final.

Bueno, y luego está lo del regreso de Quyhn, la vieja amiga de Andy, que tiene toda la pinta de querer venganza. Porque la inmortalidad es una gran M. Pero esto no explica el final de la película, su significado, sino que es la semilla de la secuela. Y de eso, ya hablamos mañana tranquilamente.

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