Compartir
Secciones
Podcasts
Última Hora
Encuestas
Servicios
Plaza Libre
Efemérides
Cumpleaños
RSS
Horóscopos
Crucigrama
Herramientas
Más
Contáctanos
Sobre Diario Libre
Aviso Legal
Versión Impresa
versión impresa
Redes Sociales
Lecturas

Impacto de las guerras napoleónicas

Expandir imagen
Impacto de las guerras napoleónicas
Los fusilamientos del 3 de mayo, de Goya.

Para entender mejor los eventos que los dominicanos conocen como "la Reconquista", que puso fin a la llamada "Era de Francia" en Santo Domingo, es necesario conocer lo que ocurría en Europa en los años iniciales del siglo XIX.

En nuestro artículo anterior, vimos cómo entró el crisis el sistema monárquico en toda Europa, dando paso al republicanismo nacionalista y revolucionario, y cómo esa crisis tuvo consecuencias directas en las Antillas.

En este artículo mostraremos cómo la reversión de este movimiento republicano y la reinstalación de una monarquía "imperial" en Francia, lejos de suponer el fin de la crisis, acentuó los conflictos en Europa.

Esos conflictos, y las guerras que se derivaron de ellos, también ejercieron un impacto directo en América, incluída la colonia española de Santo Domingo.

La creación del Imperio francés tuvo tres consecuencias inmediatas. Una, el surgimiento de una nueva monarquía, la napoleónica; otra, la desaparición de las pequeñas repúblicas periféricas, y su reconversión en reinos y monarquías bajo la dependencia del Emperador Napoleón I. La tercera fue la reanudación de la guerra, luego de la formación de una "Tercera Coalición" de Gran Bretaña, el Imperio Austríaco, el Imperio Ruso y Prusia contra Francia.

Esa guerra tuvo, a su vez, enormes consecuencias para España y Portugal y, por ende, para Brasil, las Antillas españolas e Hispanoamérica, pues Napoleón invadió Portugal, para cerrarle a los británicos la posibilidad de comerciar con la península ibérica, como parte de su empeño para bloquear el comercio de Gran Bretaña con los países europeos en una estrategia conocida como el "sistema continental", que fue puesta en ejecución en 1806.

El bloqueo del sistema continental funcionó muy imperfectamente, debido al contrabando y a la oposición de los comerciantes europeos que vieron afectados sus negocios por la falta de intercambio con los británicos. Napoleón lo mantuvo por encima de todos, pero eventualmente la impopularidad del sistema, promovió el surgimiento de una oleada de nacionalismo que a la larga se volvería contra Bonaparte.

Napoleón trató de obligar a los portugueses a cooperar con el "sistema continental", y les exigió que confiscaran todas las propiedades británicas en Portugal, y cerraran sus puertos al comercio con Gran Bretaña.

Al mismo tiempo, Napoleón obligó al débil gobierno de Carlos IV, en España, a presionar a Portugal para que el Príncipe Juan se viera obligado a repudiar el Tratado de Methuen.

Cuando el Príncipe Regente Juan rechazó las presiones de Francia, Napoleón invadió Portugal en octubre de 1807, obligando al Príncipe y a la Corte a exiliarse en Brasil al mes siguiente. La de Portugal fue otra monarquía derrocada por los revolucionarios franceses.

A la crisis de la monarquía portuguesa siguió la crisis de la monarquía española, pues el rey Carlos II y su ministro Manuel Godoy no tenían ni las fuerzas ni la voluntad de enfrentar a Napoleón.

La aquiescencia de ambos a la invasión napoleónica de Portugal generó un profundo disgusto en España, y los hizo aún más impopulares y creó serias tensiones dentro de la misma familia real, pues el príncipe heredero Fernando se unió a las críticas públicas contra la pasividad de su padre. Viéndose abandonado y traicionado, Carlos IV abdicó al trono en marzo de 1808, y su hijo quedó como el rey Fernando VII.

Argumentando que deseaba mediar, Napoleón invitó a Fernando VII y al ministro Godoy a conferenciar acerca de la crisis, y al llegar a Bayona, en el sur de Francia, los hizo presos y se llevó a Fernando a París, en donde lo mantuvo como rehén hasta 1814.

Tal como había hecho anteriormente en Italia, Sicilia y Holanda, cuyos monarcas había derrocado, Napoleón colocó inmediatamente a su hermano José en el trono español como el título de José I (en julio de 1808), habiéndolo traído de Nápoles, en donde había sido también coronado rey.

Esta transición no ocurrió sin incidentes, pues en mayo de 1808, dos meses antes de que José Bonaparte llegara a Madrid, muchos españoles se lanzaron a protestar por el encarcelamiento de su rey, comenzando así una larga guerra contra la dominación francesa en la península ibérica.

Inicialmente, José Bonaparte tuvo que huir de Madrid apenas un mes después de haber llegado, pero poco tiempo después el mismo Napoleón marchó con sus tropas hacia el interior de España para imponer a su hermano como monarca del trono usurpado en diciembre de 1808.

Durante los siguientes cinco años, Francia tuvo que pelear contra los españoles y los portugueses, que mantuvieron firme su resistencia, gracias a la ayuda británica. A esta guerra, que los británicos y franceses llaman la Guerra Peninsular, los españoles la consideran como su Guerra de Independencia, pues, en efecto, fue una verdadera guerra de liberación nacional.

Las guerrillas españolas mantuvieron hostigados a los franceses durante todo el tiempo, bajo la dirección de una Junta Central Gubernativa establecida en Sevilla, de la cual emanaban instrucciones a una pléyade de juntas revolucionarias en toda España.

Los británicos proporcionaron armas, municiones y asesoría militar a los patriotas españoles, en tanto que las tropas francesas luchaban contra un enemigo muchas veces invisible y un pueblo enteramente hostil.

Una de las más visibles consecuencias de la invasión francesa a España fue que al derrocar la monarquía borbónica para imponer su propia dinastía en la Península, Napoleón despertó no sólo el nacionalismo español y portugués, sino también el independentismo de las colonias hispanoamericanas.

Como se ve, la caída de Fernando VII no fue un hecho aislado, sino un momento más de la larga cadena de la larga crisis que afectó a todos los reinos de Europa entre 1789 y 1815.

Antes de terminar su guerra de independencia, los españoles convocaron a los distintos territorios y colonias de España a enviar diputados a Cádiz para redactar una Constitución que debía regir una monarquía constitucional con poderes limitados, inspirada en los principios de igualdad, libertad y fraternidad de la Revolución Francesa.

El gobierno de las juntas fue imitado en varias colonias hispanoamericanas, cuyos líderes observaban con mucha atención los acontecimientos de la revolución liberal en la Península, y se ilusionaban con obtener una representación justa en las Cortes de Cádiz, no como repúblicas independientes, sino como colonias fieles a la monarquía española temporalmente secuestrada por Napoléon Bonaparte.

La negativa de las Cortes de Cádiz de aceptar una equitativa representación americana, fue una de las causas que llevaron a los criollos a luchar por la independencia absoluta.

La Constitución liberal de Cádiz chocó con la cultura autoritaria y despótica de la nobleza y la iglesia españolas, y por ello fue repudiada por Fernando VII poco tiempo después de retornar al trono español, y luego de la caída de Napoleón en 1814.

La reimposición de la monarquía absoluta en España fue otro de los muchos elementos que exacerbaron la decisión de las colonias americanas de buscar la independencia y, al mismo tiempo, fue un motivo adicional para que se desataran en España nuevas fuerzas políticas que, inspiradas en los principios liberales, buscaran abolir la monarquía e instituir un régimen republicano en la Península.

La Revolución Francesa y las guerras napoleónicas terminaron transformando el mapa político de Europa, y desataron cambios profundos en América Latina y el Caribe. En Brasil, por ejemplo, donde había una colonia se constituyó un reino y luego un "imperio" que duró hasta 1888.

En Saint-Domingue, donde hubo una colonia francesa se constituyó el Estado independiente de Haití, gobernado por africanos y descendientes de africanos, por antiguos esclavos negros y sus descendientes negros y mulatos. Casi inmediatamente, este Estado se dividió en dos, un reino y una república.

En Santo Domingo, donde hubo una colonia española convertida oficialmente en colonia francesa por el Tratado de Basilea en 1795, quedó otra vez una colonia española a partir de 1809.

En las Antillas francesas, la crisis de la monarquía francesa no produjo cambios políticos permanentes, pues Guadalupe y Martinica volvieron a ser posesiones francesas hasta el día de hoy.

Como se ve, la llamada Reconquista, lidereada por Juan Sanchez Ramírez fue un pequeño capítulo de una crisis mucho más amplia, que envolvió no sólo a las monarquías europeas, sino también a las mismas colonias iberoamericanas.

El retorno de Santo Domingo a España en 1809 no tuvo nada que ver con una supuesta "arritmia histórica" ya que las fuerzas contrarias a la independencia de las colonias hispanoamericanas operaron con éxito durante más de diez años, no sólo en Santo Domingo, sino en todas las demás colonias españolas en América.

La prueba de esta afirmación es que tomó más de una década para que estas colonias alcanzaran su independencia de España, y cuando lo hicieron coincidieron, años más, años menos, con la llamada Independencia Efímera proclamada por José Núñez de Cáceres.