vaquillona

vaquillona

s. f. Amér. Central y Merid. Ternera o vaca joven que tiene entre dos y tres años.
Gran Diccionario de la Lengua Española © 2022 Larousse Editorial, S.L.

vaquillona

(baki'ʎona)
sustantivo femenino
ternera de tres años el carneo de una vaquillona
Kernerman English Multilingual Dictionary © 2006-2013 K Dictionaries Ltd.
Traducciones

vaquillona

heifer

vaquillona

vitella

vaquillona

SF (LAm) → heifer
Collins Spanish Dictionary - Complete and Unabridged 8th Edition 2005 © William Collins Sons & Co. Ltd. 1971, 1988 © HarperCollins Publishers 1992, 1993, 1996, 1997, 2000, 2003, 2005
Ejemplos ?
En el ámbito de la tauromaquia se denomina buey al toro mansurrón, despectivamente, y becerro al novillo, y en algunos países de Hispanoamérica se llama vaquillona a una hembra de uno o dos años aún no servida, toruno a los machos castrados de más de tres años de edad, y novillo a un toro que ha sido castrado con destino a la alimentación humana o como sinónimo de ternero.
Un animal flaco, enfermo, puede haberse ido a morir detrás de alguna mata de paja; no puede haber tentado la codicia de nadie, y sólo para el cuero, hay que andarlo buscando; pero tratándose de algún novillo gordo o de alguna vaquillona madura para el asador, la desaparición súbita es de mal augurio, y con razón, le hace fruncir las cejas al amo.
No obstante lo moderno de estas poblaciones, considerada aquella fertilidad justamente admirable, parece que el ganado vacuno debería cubrir sus campos, y no es así, pero no es defecto de fecundidad apenas se mata en tiempo vaca ó vaquillona, sin concepto; las continuas arreadas por millares á los pueblos Guaraníes y las faenas establecidas para la saca de grasa, á que comunmente se destinan las vacas mas lozanas, son las causas que atrasan su propagación mas numerosa.
-¡Viva!- contestaron los peones, y para descansar de tanto charque, pues no comían otra cosa desde el malón, enlazaron una vaquillona gorda y la asaron con cuero.
oña Jacinta entró en la cocina trayendo un pedazo bastante regular de pulpa, y avisó a don Ruperto que era todo lo que quedaba de la vaquillona carneada, pocos días antes, para el consumo de la familia.
Y no es una excepción; la excepción está del otro lado; es cosa corriente, en los campos de afuera, por lo menos; y, entre vecinos, hasta objeto de espirituales chanzas: -«¡Qué rica, amigo, la carne de la marca del candelero! -No tan rica como la de la llave; ¡jugosa la vaquillona colorada que carneamos, el otro día!
Nosotras pasamos y ustedes no pueden. La vaquillona movediza intervino de nuevo: —El patrón dijo el otro día: a los caballos con un solo hilo se los contiene.
Con la punta del cuchillo daba vuelta en las brasas al pedazo de carne, cuidando de que no se quemase por demás, y cuando por fin vio que ya no chirriaba llenando la cocina de sus olorosos vapores, lo sacó del fuego, lo depositó con precaución encima de una tablita que allí estaba y, tajada por tajada, se lo comió todo, con un poco de sal y nada más, tragándose por encima medio jarro de agua. Cuando volvió del rodeo, dos horas después, traía entre los novillos del señuelo una vaquillona gorda.
Pero ya que está templao, no hay que hacer caso, echesé, que yo lo dispertaré con un buen cordero asao... Aunque, amigo, la patrona lo ha querer agradar: dejemé, voy a carniar con cuero una vaquillona.
El seno opulento batía con rabia dentro de la jaula de hierro del corsé; las piernas nerviosas hacían crujir la zaraza de la polera acartonada con el baño de almidón: el rostro, que tenía el color y la aspereza de los duraznos pintones, resultaba un tanto pálido, emergiendo del fuego de una golilla de seda roja; los renegridos cabellos, espesos como almácigo, rudos, indómitos, hacían esfuerzos de potro por libertarse de las horquillas, y las peinetas que los oprimían; las pupilas tenían el oscuro, misterioso y hondo, del agua dormida en la lejana entraña del pozo; y los labios, color de ladrillo viejo, apetitosos como "picana" de vaquillona...
Las vacas no se dignaron siquiera mirar a los intrusos. —Los caballos no pueden,—dijo una vaquillona movediza.—Dicen eso y no pasan por ninguna parte.
Si Dios hubiera ubicado en la Pampa el paraíso terrestre, el Espíritu del mal, no encontrando manzana para tentar al hombre, se hubiera contentado con deslizar en la majada de Adán, una borrega gorda de la señal del Señor, o en su rodeo, una vaquillona apetitosa de la hacienda celeste.