Cultura

The Rotary Club: el club en el que no entra quien quiere, sino quien puede

Se cumplen 115 años de la fundación de uno de los clubes filantrópicos más exclusivos del mundo. Inspirado por el liberalismo norteamericano, The Rotary Club realiza programas de acción social para mejorar las comunidades en las que está implantado. La carrera de un rotario puede comenzar a la edad de 12 años y durar toda la vida.
The Rotary Club.
Getty Images

Es probable que en uno de tus viajes por el mundo o incluso en tu propia ciudad, te hayas topado alguna vez con una placa o monumento en el que destacaba una robusta rueda dentada. Posiblemente no recuerdes el hecho que conmemoraba la pieza, no te preocupes. Puede que no hiciera referencia a nada. Ni a un hecho histórico, ni a una fecha memorable. Sencillamente se limitaba a demostrar que por ese territorio ha pasado The Rotary Club, una asociación poco conocida, al menos en comparación con su afición a erigir monumentos. Ni más ni menos que 82 solo en territorio español.

El Rotary Club, llamado así porque en origen no tenía sede fija y celebraba sus reuniones en diferentes locales, fue fundado un 23 de febrero de 1905 en Chicago por el abogado Paul Harris junto a tres amigos, Silvester Schiele, Gustavus H. Loehr e Hiram E. Shorey. El objetivo de estos cuatro hombres era “forjar relaciones de camaradería entre profesionales” y poner su talento al servicio del bien común, en una época en la que los programas asistenciales públicos, y más aún en Estados Unidos, eran prácticamente inexistentes.

Según su acta fundacional, los rotarios deberían cultivar el conocimiento mutuo y la amistad, observar altas cotas éticas en el desempeño de sus profesiones, procurar que su trabajo redundase en el bien común y fomentar la paz entre las naciones a través del ejercicio de esas actividades profesionales e industriales. De este modo, aunque The Rotary Club está abierto a cualquier persona que tenga algo que aportar al mundo, la realidad es que solo unos pocos están llamados a formar parte de él. Tanto es así que la única forma de entrar en el club es habiendo sido invitado previamente por un miembro del mismo y eso tampoco garantiza el acceso. Los demás socios, después de conocer su vida, aficiones y haber compartido con el candidato algunas reuniones, decidirán si finalmente lo aceptan o no.

A pesar de este riguroso proceso de selección, siempre hay mecanismos que allanan el camino de acceso para el The Rotary Club. Por ejemplo, contactar con un Club Rotaract, organización dependiente de los clubes rotarios y de la que pueden formar parte jóvenes de 18 a 30 años, con objeto de que intercambien “ideas con los líderes de la comunidad, adquirir habilidades profesionales y de liderazgo y, sobre todo, de servir y divertirse a la vez”. Según la web de The Rotary Club los clubes Rotaract son los que realizan las actividades con las comunidades en las que están implantados, mientras que “los socios del club rotario patrocinador sirven de mentores y trabajan con los rotaractianos como socios en el servicio”. En otras palabras, mientras que el club rotario es la organización senior que desarrolla labores estratégicas, el club Rotaract es la división junior, que aborda labores tácticas, desarrolla trabajo voluntario no remunerado y es un buen escalón para que sus miembros accedan al nivel superior.

Aquellos que no tengan todavía 18 años no tienen de qué preocuparse. Para ellos se crearon los clubes Interact, asociaciones de las que pueden formar parte niños y niñas de 12 y 18 años que quieran “adquirir habilidades de liderazgo” y “descubrir la fuerza” del lema de los rotarios: “Dar de Sí antes de Pensar en Sí” (las mayúsculas son suyas). En resumen, aprender a cómo poder “ser un líder y divertirte a la vez”.

Para poder entrar a formar parte de Interact, desde la web de The Rotary Club aconsejan averiguar “si hay un club en tu escuela” o contactar “con el club rotario de tu localidad para ver si hay uno en la comunidad. Luego comunícate con el club Interact para participar en su próxima reunión, proyecto de servicio o evento social”. También animan a los interesados a seguir a Interact en Facebook y descubrir “cómo los interactianos se divierten y sirven a la vez”. Que las personas a las que vayan dirigidas estos mensajes sean menores de edad no parece ser un problema para la organización.

Derribando fronteras, conquistando países

Pocos años después de su creación, The Rotary Club rebasó las fronteras estadounidenses para establecerse en otros países que, en la actualidad, suman ya más de un centenar. El primer país en fundar su propia sede rotaria fue Uruguay, que lo hizo en 1919 a iniciativa de Herbert P. Coates, quien, durante un viaje a Cincinnati, se sorprendió de que un gran número de empresarios de esa localidad, en lugar de estar trabajando, estaban asistiendo a una convención rotaria que se celebraba en la ciudad. Intrigado, acudió a la sede del club y se interesó por el proyecto hasta el punto de que no solo fundó la sede en Uruguay, sino que ayudó a crear la de Buenos Aires y supervisó la expansión por otros países como Chile y Brasil.

En Europa, la implantación del club llegó a través de Inglaterra. Sin embargo, el primer país de la Europa continental en tener un club rotario fue España. Se fundó en el Hotel Ritz en 1920 impulsado por impotentes empresarios, entre los que se encontraban el presidente de la Asociación de Banca, el de la asociación de Bisutería, el Presidente de FIAT Hispania, Alfredo y Casimiro Mahou, el Presidente de Perfumerías Gal, el Director de Bootticher y Navarro y otras personas que, con el tiempo, incluso tendrían una calle a su nombre en la ciudad, como el Doctor Vital Aza.

Con el estallido de la Guerra Civil el club desapareció y, a pesar de que el perfil de los socios no era precisamente sedicioso, la dictadura franquista no permitió que volviera a constituirse tras la contienda. Ante semejante prohibición, los rotarios fundadores crearon la asociación Arte y Turismo, que seguía manteniendo contacto con los demás clubes rotarios aunque no podía operar dentro de la organización. Tras la muerte del dictador, el gobierno de Adolfo Suárez permitió la refundación del club en 1977 y, en la actualidad, tan solo en Madrid, existen 19 clubes rotarios que se reúnen semanalmente siempre a la misma hora (para facilitar la asistencia de rotarios de otros países) en lugares como el Casino de Madrid de la calle de Alcalá, el Club Argo de la plaza de Santa Ana, el Hotel Palace, el Hotel Hesperia del paseo de la Castellana o en el Hotel Intercontinental.

Pero ¿y yo qué saco de esto?

Por sus particularidades, los rotarios han sido acusados de mil y una cosas. Entre ellas, de ser machistas, ya que hasta 1989 no se aceptaban mujeres. También se les ha calificado de secta aunque, a pesar de ese hermetismo e interés constante porque los miembros compartan aficiones y tiempo entre ellos, dicha acusación es fácilmente rebatible: sus líderes se eligen anualmente por votación, no ejercen control emocional sobre sus miembros, no exigen donaciones sino cuotas como las de cualquier club y no hay impedimentos para abandonarlo ni represalias cuando eso sucede, independientemente de que, como en cualquier grupo social, la marcha de uno de los miembros pueda crear suspicacias o rechazo en el resto.

Por si no fuera suficiente, se les ha considerado una suerte de masonería, aunque existen suficientes argumentos para negar esta calificación, empezando porque la masonería no hace proselitismo, porque es el interesado el que debe solicitar la entrada libremente y no ser invitado por otro miembro y porque una de las causas para denegar la inclusión en la masonería es utilizar la organización para fines de promoción personal. Para los rotarios, en los que la ideología liberal es clave, mientras se contribuya a la mejora del mundo, nada impide que sus miembros utilicen sus contactos para hacer negocios entre ellos o prosperar profesionalmente.

De hecho, ese comportamiento se alienta desde la propia organización gracias a programas de recompensas como el Rotary Global Rewards, que “ofrece a los socios descuentos y promociones en productos y servicios” para que, de esta manera, “nuestros socios gasten menos para hacer más obras de bien”. Para beneficiarse de esas ventajas, lo único que deberán hacer los rotarios en su organización es abonar las cuotas correspondientes –que rondan los 60 euros mensuales–, asistir a las reuniones, los eventos y “aprovechar tu talento y conocimientos profesionales para marcar la diferencia”. Nada demasiado complicado, al menos en comparación con las exigencias para entrar.

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