Carta del Director

Breve historia sentimental de la letra K

Carta del director (abril 2016).

Modestas kas en comparación con las de las chicas de este mes.

GQ

Normalmente, cuando uno quiere deletrear a través del teléfono una dirección, una palabra o un apellido (a mí me pasa mucho con el mío) que el otro no entiende bien, acabamos recurriendo a nombres de localidades españolas para aclararlo. Por ejemplo, decimos 'S' de Soria (o de San Sebastián, Santander o Segovia...); 'A' de Albacete, Alicante, Ávila...; 'T' de Toledo, Teruel, Tarragona... 'V' de Valencia, Vitoria, Valladolid... Hasta que nos topamos de pronto con una letra como la K y nos quedamos en blanco. "Con K de... yo que sé... ¿Kuwait?, ¿kilo?". Pero entonces comenzamos a mezclar ciudades con países y unidades de medida; y corremos el riesgo de acabar más liados que Pumares con el fibergrán.

Es curioso, hace un par de veranos hice una ruta en coche por Irlanda y debí de pasar por una docena de ciudades que empezaban por K (Kilkenny, Kildare, Kinsale, Killarney, Kilcock...), una letra que a los diseñadores les gusta mucho (como la W, porque queda muy bien en página) y con profundas reminiscencias cinematográficas y literarias (Kafka, el coronel Kurtz, King Kong, Ciudadano Kane, Karate Kid...). Y sin embargo, en castellano, no hay nada que empiece por K. Tendría que comprobarlo pero creo que el 99% de las palabras que recoge el diccionario de la RAE en ese apartado son préstamos extranjeros. Koala, kamikaze, kiwi, kart, káiser... No me suenan muy castizas, la verdad.

¿Cuál diríais que es vuestro primer recuerdo sentimental de la letra K? En mi caso particular –además del Kas de naranja, claro– diría que los primeros Spectrum de los ochenta, de los cuales decíamos con orgullo que tenían 48 K sin saber muy bien qué estábamos diciendo. 48 K. Parece mentira. Hoy en día la foto más birria que uno puede bajarse de Google debe tener como 300 K. ¿Cómo demonios fabricarían un ordenador con semejante memoria? No lo entiendo. También identifico la letra K (acompañada siempre de otra consonante) con las clases de física del colegio y esas unidades de todo tipo y pelaje imposibles de memorizar e intercambiar: kilovatios (kW), kilohercios (kHz), kilopondios (kp) –que siempre había que convertirlos a newtons, una pesadilla– o las kilocalorías, que son las únicas que a día de hoy nos siguen importando.

La palabra kilo procede del griego antiguo y significa literalmente mil. Esto es, 1K=1.000. Por eso, en las redes sociales, como Instagram o Twitter, cuando uno comienza a tener miles de followers o seguidores te pasan la cifra a kas. Es como subir a primera división. El club K. La Generación K. Las diez mujeres que reunimos este mes de abril en nuestro tema de portada suman entre todas la escalofriante cifra de +100.000 K de seguidores (más de cien millones), un número tan absurdamente elevado que dan ganas de apagar el móvil, salir a la calle y decirle al primero/a con el que te cruces:

–Ola, Ke ase.

Con K, por supuesto.

*Artículo originalmente publicado en el número 220 de GQ.

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