Con tales maneras y figura, se roza con los personajes más empingorotados, y todos le hacen mucho caso. «Es pájaro de cuenta», dicen todos. «Zalamero, mozo listo», repiten los ministros de más correa. Fascina solicitando.
Por si mis lectores no conocen a este personaje, han de saberse que los demonógrafos, que andan a vueltas y tomas con las Clavículas de Salomón, libros que leen al resplandor de un carbunclo, afirman que Lilit, diablo de bonita estampa, muy
zalamero y decidor, es el correveidile de Su Majestad Infernal.
Ricardo Palma
Como Juan era tan
zalamero, halló modo de consolar y esperanzar a aquella triste madre, y de aquí el que, en recompensa, ella se brindara a cuidar a Risas al verlo caer en su presencia atacado de la fiebre cerebral...
Pedro Antonio de Alarcón
Comenzó don Apolo a desbobarse; y de tanta hermosura satisfecho, dijo en su corazón: «Aquesto es hecho, esta rara belleza será mi quebradero de cabeza.» Íbasele acercando el mancebito, haciendo con la boca un pucherito, a medio declararse con la risa, pronunciando jalea y canelones, que pudieran beber con las razones; el gesto con agrado de los que llegan a pedir prestado; zalamero el semblante, como con su doctor un platicante; y llegándose más a su presencia, con la cara de oír de penitencia, y el rostro tan indigno, que parecía amante capuchino, con retórica sabia, que tenía el mozuelo buena labia, comenzó el parlamento con lo de «mi atrevido pensamiento».
Era andaluza y de agraciada lámina, á pesar de que ya frisaba en los cuarenta y cinco diciembres; y lo zalamero y nada orgulloso de su carácter le habían conquistado muchas simpatías entre la gente del pueblo.
-preguntóle Dolores con voz tan llena de retintines, que el señor Cristóbal enarcó las cejas, y ya disponíase a tronar contra la ya adivinada astucia de su hija, cuando ésta, ciñéndole al cuello ambos brazos y besándolo repetidamente en las rugosas mejillas, díjole con acento zalamero: -¿Y por qué si el Clavicordio no es güeno pa mí, va a ser güeno pa mi prima, pa esa probetica güérfana que no tiée en er mundo más padre que usté ni más amparo que usté, ni más consuelo que er mío?
Se bebió el agua de un sorbo y luego, enjugándose los labios con la manga de la blusa, agregó, festivo y
zalamero: -Rosa, si para verte fuera preciso tomarse cada minuto un vaso de agua, yo me tragaría el mar.
Baldomero Lillo
Cuando pasaba por el frente de la espartería, sobre su caballo, y se ofrecía a las miradas de Estrella, con su acoderado marsellés, su pañuelillo de seda hecho un nudo sobre la garganta, y su ancho sombrero caído hacia atrás para lucir los tufos despeinados en caracol, revolvíanse nervios y sangre en la muchacha, y contestaba al zalamero «adiós, sangresita» del jinete, con un «adiós, Lolo», primero dicho con el corazón que con la lengua.
No repugna aquel rostro, aunque revela miseria moral, escaso aliño, ninguna pulcritud, porque expresa todo esto, y más, de un modo clásico, con rasgos y dibujo del más puro realismo artístico: es nuestro Zalamero, que así se llama, un pobre de Velázquez.
Sus empleados van a Canarias, a Filipinas; casi siempre se los pasan por agua; pero vuelven, y suelen volver con el riñón cubierto y agradecidos. —¿Qué carrera ha seguido usted, señor Zalamero?
Zalamero, el palaciego del sistema parlamentario, el pobre de la Corte de los Milagros..., del salón de conferencias; el mendicante representativo no sueña con grandezas, no quiere meter al país en un puño, imponer un credo.
Ser ministro ocho días, quedarse con treinta mil..., y a la aldea. Es todo lo Cincinnato que puede ser un Zalamero. No quiere ser gravoso a la patria.