25 Y el sacerdote hará expiación por toda la congregación de los hijos de Israel; y les será perdonado, porque yerro es: y ellos traerán sus ofrendas, ofrenda encendida á Jehová, y sus expiaciones delante de Jehová, por sus yerros: 26 Y será perdonado á toda la congregación de los hijos de Israel, y al extranjero que peregrina entre ellos, por cuanto es yerro de todo el pueblo.
Si envías el hambre, los reyes más vanos que pisan el oro, llorando sus yerros, serán como furias que muerdan sus manos, y el pan se disputen que comen los perros: Y a nobles infantes que ensalza su cuna colgados de un seno sin fuentes de vida, famélicas madres darán por fortuna las últimas gotas de sangre perdida.
Así que padecen tormentos y pagan las penas de los pasados yerros, y unas tendidas y suspensas en el aire, otras bajo inmenso golfo de las aguas, pagan culpa contraída o se acrisolan con fuego».
Mas el hado acerbo, triste, airado fue venido, y al fin él, confundido d’alboroto, atravesado y roto de mil hierros, pidiendo de sus
yerros venia al cielo, puso en el duro suelo la hermosa cara, como la rosa matutina, cuando ya el sol declina al mediodía, que pierde su alegría y marchitando va la color mudando; o en el campo cual queda el lirio blanco qu’el arado crudamente cortado al pasar deja, del cual aun no s’aleja presuroso aquel color hermoso o se destierra, mas ya la madre tierra descuidada no le administra nada de su aliento, que era el sustentamiento y vigor suyo: tal está el rostro tuyo en el arena, fresca rosa, azucena blanca y pura.
Garcilaso de la Vega
Que seas casta no contrasta lo que a tu honor es debido, porque lo que yo te pido cosa es que te deja casta.» Diana con ojos severos dice: «No te gloriarás, pues si en carnes visto me has, yo haré te vean en cueros.» «Y pues de verme los yerros te tengo de castigar, eso que me quieres dar guárdalo para los perros», dijo, y cornudo venado lo hizo; pero, si hacer pudo la que dio en casta un cornudo, ¿qué no hará la que no ha dado?
Y así se debe considerar lo que harán con la persona que le recibiere dellos. Si de su lengua participa su oro las mentiras, y de su corazón los
yerros, no será metal puro: moneda falsa es su moneda.
Francisco de Quevedo
Recuperación del Libro de Ayuntamiento.- Este dicho día se trató por el dicho General Pedro de Arana que por cuanto asímismo tomo a la dicha sazón/razón referida en las preguntas antes de esta, digo en el capítulo antes de este todo el dicho Cabildo, el libro del Ayuntamiento de él, que comienza desde el año de (quinientos) noventa y uno, para ver los yerros/errores cometidos por los del dicho Cabildo...
Lo que mas la plazca de ello Crea tu razon discreta, Mas no olvide que al poeta Pertenece lo mas bello. Querer dar con la verdad Fiándose en sus escritos, Es á yerros infinitos Asentir con ceguedad.
El trabajo, que se hizo por iniciativa de Gustavo Gallinal en la época del centenario de 1825, financiado, esperó más de una década para cumplirse y darse a las prensas. Se nos ocurre que esta valiosa documentación debería ser reeditada depurada de sus yerros.
Tienen los príncipes más facilidad en perdonar sus yerros con desprecio, que en premiar los servicios de valor eminente con liberalidad proporcionada, cuanto es más costoso a los príncipes desempeñarse de los acreedores que los molestan, que cobrar de aquéllos a quien son acreedores.
Aunque revisando los actos de mi administración, no me parece haber cometido ningún error voluntario, sin embargo, por conocer bastante bien mis defectos, reconozco que acaso incurrí en muchos yerros.
Vió Babuco todos los
yerros y todas las abominaciones que se cometiéron, y fué testigo de las maquinaciones de los principales sátrapas, que hiciéron quanto estuvo en su mano para que la perdiera su general: vió oficiales muertos por su propia tropa; vió soldados que acababan de matar á sus moribundos camaradas, por quitarles algunos andrajos ensangrentados, rotos y cubiertos de inmundicia; entró en los hospitales adonde llevaban á los heridos, que perecían casi todos por la inhumana negligencia de los mismos que pagaba á peso de oro el rey de Persia para que los socorriesen.
Voltaire