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La inspiración etrusca de Picasso

Una exposición en Barcelona muestra una pieza de cerámica del pintor de 1954 junto a otra similar del siglo VI antes de Cristo

Que Pablo Picasso se inspiró en otras culturas y épocas, como la africana, la ibérica o la medieval, para realizar algunas de sus obras, es bien sabido y demuestra el carácter sincrético del artista. Pero su mirada también se sintió atraída por otros estilos y épocas, tal y como ha dejado patente el museo de Cerámica de Barcelona en la exposición Terracotas de la antigüedad. Confluencias en el entorno mediterráneo, en la que por primera vez se expone una de las obras del artista: un vaso cerámico zoomorfo que creó en Vallauris, Francia, en 1954, junto a la pieza que lo inspiró, un enócoe o pequeña jarra creada 2.500 años antes, por un taller etrusco, con la finalidad de servir aceite o pequeñas cantidades de líquidos y que se conserva en el museo arqueológico de Florencia.

Viéndolas no hay duda de que Picasso vio esta pieza, o una idéntica, elaborada con la técnica del bucchero nero, con arcilla rica en óxidos de hierro y cocida en ausencia de oxígeno, de ahí su intenso color negro y brillante como si fuera metal. Por su parte, Picasso, decoró la suya con un engobe y óxidos metálicos y vidriados, dándole un acabado más claro. Las dos piezas, de medidas similares presentan una cara humana, a forma de mascarón, y terminan en cola de pez la etrusca y de paloma, la del artista.

Según Maria Antonia Casanovas, conservadora jefe del Museo de Cerámica de Barcelona donde se ha inaugurado la exposición hasta marzo de 2012, tras un proceso de investigación se ha podido identificar tres piezas similares: esta del museo de Florencia, una segunda en el museo del Louvre y otra que se conserva en Dinamarca. Esto, además, ha permitido acabar con las dudas que había sobre la pieza de Florencia: "ya no se podrá pensar que es una copia del siglo XIX, como creían en Italia, sino una pieza antigua", asegura la directora.

La cerámica del malagueño es la estrella de la exposición en la que se han reunido unas cincuenta piezas creadas en barro que van desde el siglo X a.C. y el I y que está comisariada por Carles Buenacasa, profesor de Historia Antigua de la Universidad de Barcelona y la propia Casanovas. A través de copas y vasos de la cultura almeriense del Argar, recipientes para grano egipcios, bucchero nero etruscos, sigillatas romanas que imitan el brillo del oro de recipientes metálicos, kálathos ibéricos decorados con los característicos semicírculos de color vino, cráteras griegas de figuras rojas o negras, kilyx para beber el vino en los banquetes o simposios y figuras votivas que representan a pequeños dioses egipcios, púnicos, griegos o ibéricos; todos procedentes de cuatro museos y dos colecciones particulares, se puede cómo el arte del barro ha ido evolucionando en formas cada vez más variadas y complejas, -como el ascó, o vaso ritual en forma de paloma de la cultura púnica descubierto en Ibiza y que representaba a la diosa Tanit-, a la vez que se extendía por todo el Mediterráneo, donde fue copiado y adaptado por las culturas locales. "La globalización no es una cosa de ahora", remacha Casanovas.

Una pieza etrusca, a la izquierda, junto a una obra de Pablo Picasso, en la exposición <i>Terracotas de la Antigüedad, confuencias entorno al Mediterráneo</i>, que se presenta en el Museo de Cerámica de Barcelona.
Una pieza etrusca, a la izquierda, junto a una obra de Pablo Picasso, en la exposición Terracotas de la Antigüedad, confuencias entorno al Mediterráneo, que se presenta en el Museo de Cerámica de Barcelona.PAU RIGOL
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