Allí, plenamente visible a la luz del incendio, yacía el cadáver de una mujer: el rostro pálido vuelto al cielo, las manos extendidas, agarrotadas y llenas de hierba, las ropas en desorden, el largo pelo negro, enmarañado, cubierto de sangre coagulada; le faltaba la mayor parte de la frente, y del agujero desgarrado salía el cerebro que desbordaba sobre las sienes, masa gris y espumosa coronada de racimos escarlata –la obra de un obús.
Aquel yermo ardía; yo iba tambaleándome; la sed me torturaba y el calor se hacía tan intenso que por mis sienes y mi frente escurría un frío sudor.
En uno de sus vuelos, casi irreales, este hada, que tiene los ojos azules y una nube rubia sobre las sienes, cayó en la red de un poeta.
para que no solamente en la varia luz del cielo de las sienes de Ariadna fijada 60 la áurea corona quedara, sino que nos también fulgiéramos, votados despojos de una flava cabeza: mojadita, del oleaje saliendo hacia los templos de los dioses a mí, como constelación nueva entre las antiguas, la diosa me puso.
Cuando llegamos a uno de estos breves claros que deja la verdura, nos parece que había allí un hombre sentado sobre una piedra, los codos en las rodillas, las palmas en las sienes, y que, precisamente cuando íbamos a llegar, se ha levantado y se ha ido.
El comerciante se prosternó en dirección a La Meca, y comenzó devotamente su oración: "En nombre del Clemente, del Misericordioso..." Rahutia, la bailarina, había corrido a través de las decepciones con el mismo gesto doloroso de un guerrero que tiene las
sienes atravesadas por una saeta.
Roberto Arlt
Arrancar de mis
sienes y mejillas una capa de agujas fué tarea que afligió a los de casa aquella tarde y puso mi paciencia a duras pruebas.
Vicenta Castro Cambón
Señor, es que al comienzo de mi viaje, mi cántaro vertiendo, con el agua que debía beber regué los cardos y en mi sed bebí lágrimas; Sefior, es que mi pan desmigajando hice que hambrientas aves se saciaran, y tuve que probar silvestres frutas que amargas me supieron, muy amargas; Señor, y anduve errante y fui mendiga, y mis
sienes tuvieron por almohada sólo piedras, que en pago me pidieron la sangre de cien llagas; y anduve largo trecho del camino...
Vicenta Castro Cambón
En cambio, qué bien vas cuando vas por la casa, con el pelo tendido, con el pelo en la espalda, con el pelo en las sienes recogido en dos bandas y aquella boca que llora si tardan en retratarla.
Luego, recostándose apenas contra el buzón de la esquina para examinar fijamente la arquitectura colonial frente a la cual nos habíamos detenido, me dijo midiendo las palabras, mientras se apretaba las sienes con sus dedos largos y amarillentos, como si esperara retener así el recuerdo que pugnaba por escaparse: -“Frente a esta pared vi fusilar un judas” No sospechó nunca el general el significado de ese castigo extraño cumplido en acto público.
El admirable óvalo de su rostro subrayado por la presión de dos bandas de cabello ceñidas a las sienes quedará como imagen evocadora de toda una etapa histórica, aunque acaso no sea la mejor.
Durante un lapso las sombras reinaron y al regresar otra vez la luz, como si levantaran un telón, advertí con gran asombro, desde aquella puerta transparente, que parecía un escondite en donde podía ver sin temor a que fuese descubierto fácilmente, a un hombre gigante de increíble apariencia hercúlea, vestido como los antiguos griegos con una corona sobre sus sienes, una espléndida túnica de coral, un taparrabo de color aguamarina y unos coturnos de oro: entonces lo reconocí, era Poseidón, el Emperador de los Océanos.