La Organización Mundial de la Salud (OMS) recordó el lunes que una dieta saludable contribuye a evitar la malnutrición en todas sus formas, así como de las enfermedades crónicas no transmisibles, como la diabetes, las cardiopatías, los accidentes cerebrovasculares y algunos tipos de cáncer.
Es por ello que recomienda limitar el consumo de azúcar libre a menos del 10 por ciento de la ingesta calórica total. Inclusive, para obtener mayores neficios, aconseja reducir su consumo a menos del 5 por ciento de la ingesta calórica total. Sin embargo, para algunos investigadores este alimento es adictivo y por eso esta disminución no es sencilla. En el caso de los niños, su ingesta viene de la mano principalmente de golosinas y de bebidas carbonatadas. Según la última encuesta de salud escolar, que se realizó en la Argentina en 2012, el 91,4 por ciento de los quioscos escolares ofrecía productos que, por sus características nutricionales no están recomendados en el segmento etario en el que están los estudiantes, como bebidas azucaradas, golosinas y helados.
Golosinas
“Las golosinas son alimentos elaborados por la industria que causan placer, pero carecen de valor nutricional; es decir, son calorías vacías”, afirma Raquel A. Furnes, jefa de la Sección de Gastroenterología Pediátrica y de la Unidad de Nutrición Pediátrica del hospital Privado.
Desde el centro de salud explican que las golosinas están constituidas básicamente por azúcares simples (fructuosa, glucosa y sacarosa) de rápida asimilación, aditivos y colorantes artificiales para obtener esos llamativos colores. Estas sustancias hacen un pobre aporte nutricional al organismo y su abuso puede derivar en problemas para la salud.
Furnes destaca que los buenos hábitos alimentarios comienzan desde los primeros años de vida, por lo tanto, la alimentación desequilibrada en los niños, se debe a la falta de información de los padres y de mensajes publicitarios engañosos y persuasivos. Las predilecciones y rechazos que se inician en esta edad, perdurarán para siempre. Una de las maneras en que los niños aprenden es observando e imitando el comportamiento y acciones de los padres.
Efecto
Por su parte, Laura Nores, jefa del Servicio de Alimentación del hospital Privado, asegura que las golosinas (como caramelos, chupetines, bombones, chicles, confites y pastillas) afectan al niño desde dos aspectos. Por un lado, el psicológico, porque erróneamente los adultos las vinculan con premios, y esa asociación perdura en el inconsciente toda la vida. Por otro lado, impacta en lo orgánico, ya que están compuestos por diversas sustancias –como acidulantes, antiespumantes, antioxidantes, aromatizantes, y colorantes, entre otros–, muchas de las cuales tienen efectos nocivos para un sistema inmunológico y digestivo en proceso de maduración.
Furnes sostiene que las golosinas, al ser alimentos ricos en hidratos de carbono de absorción rápida, elevan los niveles de glucemia en el organismo, que entre otras cosas, pueden llevar a la obesidad, predisponen a padecer diabetes tipo 2 y caries dentales, entre otras enfermedades.
La OMS destaca que el consumo de azúcar libre aumenta el riesgo de caries dental. Los azúcares libres son los que los fabricantes, cocineros o consumidores añaden a los alimentos o las bebidas que se van a consumir. El exceso de calorías procedentes de alimentos y bebidas con un alto contenido en azúcar libre también contribuye al aumento de peso, que puede dar lugar a sobrepeso y obesidad.
“Su consumo puede provocar vómitos, diarrea, cólicos y dolor abdominal. Por ejemplo, las bebidas tipo ‘cola’ contienen un alto contenido de cafeína y fósforo, por lo que, consumidas en exceso, pueden desencadenar hipertensión arterial y osteoporosis”, indica Furnes. “Así también, las comidas rápidas son alimentos excesivamente calóricos, abundantes en sodio y grasas saturadas, y pobres en calcio, fibras y vitaminas A y C”, añade.
Cómo restringir
“No soy partidaria de la prohibición, pero sí de una educación alimentaria saludable, que promueva hábitos de selección de productos naturales y nutritivos, que además de azúcares, aporten proteínas, fibras, grasas de buena calidad, protectores vasculares como las frutas (frescas, deshidratadas y secas), turrón, praliné, pururú y chocolate semiamargo, entre otras”, considera Nores.
En tanto, Furnes agrega que “es inevitable que en algún momento el niño consuma alguna golosina o comida rápida, pero se le debe enseñar que sea en el marco de la excepción, como en un festejo o salida al cine”.
Limitar el consumo de dulces en los niños para cuidar su salud es un reto, pero desde el centro de salud afirman que se pueden buscar formas y alternativas para que estos productos no aparezcan tanto en la dieta.
Para la OMS, la ingesta de azúcar puede limitarse restringiendo el consumo de alimentos y bebidas que la tengan en alta proporción (por ejemplo, bebidas azucaradas, aperitivos azucarados y golosinas); y comiendo frutas y verduras crudas en lugar de aperitivos que la tengan agregada.
Por último, Nores afirma que “en una sociedad obesogénica y sedentaria, los ‘premios’ no pueden seguir siendo alimentos azucarados. Sería mucho más útil realizar mayor actividad física en forma de paseos familiares, deporte grupal, obsequiar elementos que favorezcan el movimiento (pelotas, colchonetas, elástico, soga, mancuernas, pases para gimnasio, Nintendo Wii), y el ejemplo de padres activos con buenos hábitos alimentarios”.