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De Nazaret a Belén: así es el camino hacia la Navidad

Un recorrido para seguir los pasos de María y José, entre las regiones de Galilea y Judea.

Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David. (Lucas 2, 4).
Cuando se tiene la oportunidad de viajar de Nazaret a Belén se entiende por qué esta ruta es tan especial para el mundo cristiano. Y emociona imaginarse a José y María, embarazada del divino Niño Jesús, caminando por el desierto para darle sentido a esa fiesta que celebramos hoy: la Navidad.
Israel es un país no más grande que el departamento colombiano de Cundinamarca, en el que hoy en día es muy fácil movilizarse en tren o bus: sin duda, son servicios públicos de excelente calidad. Además, las distancias allí son de dos y tres horas en promedio.
Nazaret hace parte de la región de Galilea y es una de las ciudades más grandes del norte de Israel. Cuenta con 75.000 habitantes, la mayoría musulmanes y cristianos. A 115 kilómetros de allí está Belén, ciudad de Palestina, en la región de Judea, en el centro de ese Estado, con una población aproximada de 27.000 habitantes. Está a solo 9,5 kilómetros de Jerusalén y cercana al mar Muerto. Así que los viajeros deben pasar una frontera vigilada por el Ejército de Israel, pero no representa ningún riesgo.
El punto de partida de este recorrido es justo donde comienza la historia bíblica: en Nazaret, ciudad donde vivían María y José el carpintero, y donde tuvo lugar la anunciación, que marcó el camino de la Navidad para los cristianos.
El ángel Gabriel le dijo a María: No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús (Lucas 2, 30-31).
Este momento del ‘sí’ que vivió la Virgen María se ha perpetuado en un gran templo llamado basílica de la Anunciación, en el centro de Nazaret. En su interior existe una planta baja que contiene la gruta de la Anunciación, considerada por muchos cristianos como las ruinas de la casa de la infancia de la Virgen María.
Ese pedacito de terruño, con tanta historia, provoca en los visitantes sensaciones y emociones que llevan a muchos a caer de rodillas y a confirmar su fe. A partir de ese momento, es inevitable sentir la necesidad de continuar el recorrido, apoyado en la lectura del Evangelio para buscar el siguiente paso de la historia de Jesús.
Al pertenecer José y María a la casa del rey David, las leyes y la tradición de la época indicaban que el empadronamiento del nuevo ser (el registro civil de hoy) debía hacerse en Belén, según el decreto. José, como buen ciudadano, emprendió un viaje de 115 kilómetros con María en estado de embarazo; él a pie y ella, encima de un burro.
Un viaje que hoy hacen miles de viajeros en dos horas, en un bus con aire acondicionado, internet, música y un buen mecato, por si acaso.
Durante el recorrido, impacta el paisaje árido del gran desierto que hace parte de más del 50 por ciento del territorio de Israel. ¿Alcanza a imaginar cómo sería estar perdido en semejante ambiente seco, arenoso y sin agua?
Pues bien, en el tiempo de Jesús, la gente viajaba a pie, en animales o en carretas, y la travesía era de cuatro a seis días, por duros caminos, con temperaturas altas en el día y bajas en la noche, acechados por animales salvajes, sin luz y con el temor de encontrase con los tan nombrados beduinos (pastores nómadas) que no eran muy de fiar, por su difícil condición.
Una vez se vive el viaje a través de este desierto, con la mente puesta en la realidad de José y María, el corazón se conmueve al comprender qué tan grande era la fe de ella y su responsabilidad por cumplir con la promesa de tener al salvador y al hijo de Dios en sus entrañas. Seguramente el viaje les tomó más tiempo, pues María, en su estado, debió descansar por tramos de tan tortuoso recorrido.
Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito, le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento (Lucas 2, 6-7).
La travesía continúa por tierras palestinas y entre caminos sinuosos deja ver a Belén, una ciudad pequeña con una arquitectura tradicional de la cultura árabe, con construcciones de piedra (material que abunda en este extenso desierto).
El viajero muy pronto siente que hay una diferencia entre estar en Israel y en Palestina. Por su condición religiosa, es una ciudad de peregrinación pues allí se encuentra el lugar del nacimiento de Jesús, en la basílica de la Natividad. Es uno de los templos más antiguos del planeta que aún desarrolla actividades litúrgicas. Fue construido sobre el portal de Belén, donde tradicionalmente se cree que nació Jesús.
Es importante entender que en cada lugar donde estuvo Jesús, en Israel, la comunidad franciscana ha construido una serie de templos y altares para recuperar y proteger los sitios santos. Por eso, la recomendación es prepararse para diferenciar los templos, que no son construcciones de la época de Jesús, de la verdadera forma como eran los lugares en aquel tiempo.
A diferencia de la gruta de la Anunciación, que son ruinas reales de la época, en la basílica de Belén se encuentra un altar recubierto de mármol, con una estrella representativa del punto en el que aparentemente estaban el establo con pajas, el buey y la vaca que tanto nos encanta poner en nuestros pesebres. Estando allí, la fe que lleva el viajero lo ayuda a imaginar y a vivir el momento del nacimiento, y con seguridad desde ese momento tendrá un significado más especial la Navidad.
Tras haber finalizado esta corta travesía en Israel, cada diciembre recordará los pasos de este viaje, como si hubiera estado presente hace más de 2.000 años en ese nacimiento que jamás querrá olvidar.
Si usted va
No se requiere visa para entrar a este territorio. Pero debe llenarse de paciencia por las requisas y los filtros de seguridad.
Aunque se encuentra en un vecindario un tanto belicoso, siempre tendrá sensación de tranquilidad.
La agencia Viajes Chapinero ofrece recorridos de nueve días desde Colombia a Tierra Santa y al mar Muerto. Desde 1.890 dólares en acomodación doble. Incluye traslados, visitas guiadas en español y desayunos. No incluye tiquetes aéreos. www.vchapinero.com/
No olvide
Si está pensando en planificar un viaje espiritual hacia Tierra Santa y recorrer los caminos que recorrió Jesús, la recomendación es que combine las guías de turismo modernas con la Biblia, a través del Evangelio de San Lucas. Es una lectura muy sencilla y le permitirá transportarse en cada momento, viviendo paso a paso lo que sucedió hace más de 2.000 años.
La temperatura fluctúa entre 25 y 40 grados centígrados, por lo que es recomendable viajar en primavera (marzo–abril), en el otoño o comienzos del invierno (octubre– noviembre).
JORGE ALBERTO HERNÁNDEZ MORA
Especial para EL TIEMPO
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