Koinonia, marturia y diaconía
Las palabras griegas koinonia, diakonia y marturia no son palabras extravagantes, son de hecho el principio de nuestro ser como Iglesia, como comunidad o como cuerpo en Cristo.
A modo de introducción las explicare brevemente:
Cada modelo de ministerio pastoral tiene necesariamente sus raíces y obtiene su poder del centro neurálgico de la Iglesia: la Eucaristía. El Catecismo de la Iglesia Católica ensena: ≪Los fieles (sancti) se alimentan con el cuerpo y la sangre de Cristo (sancta) para crecer en la comunión con el Espíritu Santo (Koinônia) y comunicarla al mundo≫.
(Nuestra participación en la Sagrada Comunión proporciona el vínculo esencial entre koinonia, diakonia y marturia. San Juan Crisóstomo da mucha importancia a la prolongación de la Eucaristía a través de obras de amor y misericordia.
Por su misma naturaleza la Renovación Carismática esta animada e inspirada por el Espíritu Santo a ir al mundo, a tierras inexploradas y territorios desconocidos.
Su carácter fluye del corazón de la Iglesia al mundo, para dar servicio a todo el mundo, testimoniando así la victoria de Cristo y su presencia entre nosotros. Se parece mucho a la visión de Ezequiel (Ez 47ss.). Sorprendentemente al irse alejando del templo, el agua que fluía de él se hizo más y más profunda. El Espíritu Santo obra maravillas a través de nosotros si encontramos nuestra fuente de unidad ante todo en el corazón de la Iglesia y, en segundo lugar, en la experiencia del bautismo en el Espíritu.
Esta experiencia nos Ayuda a mantenernos ≪firmes en el mismo espíritu≫ y luchando ≪juntos como un solo hombre por la fidelidad del Evangelio≫ (Flp 1,27). Unidad no significa uniformidad. No excluye la diversidad o la distinción. De hecho, la no uniformidad es la raíz de la unidad. Hablar de unidad nace del hecho de que todos somos diferentes y que tenemos diferentes tareas que cumplir en nombre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Nuestro modelo de unidad es Dios mismo: un solo Dios, tres personas distintas, perceptibles en la historia de la humanidad por su función en la economía de la salvación.
Es un amor dinámico, activo y eternamente creativo. Esta es la razón exacta por la que el modelo de koinonia, diakonia y marturia deberia caracterizar el trabajo pastoral. Si nuestro punto de partida es la koinonia, entonces nuestra acción es dinámica y creativa, y al ir fluyendo al mundo a través de nuestra diakonia, se hace más y más profunda. Más profunda en el misterio del Dios Trino, especialmente a través de los sacramentos, la oración y la Escritura, para nuestra propia santificación. Más profunda en la acción dinámica del Espíritu Santo, que quiere sanar al mundo y transformarlo. Más profunda en las estructuras del mundo, sean sociales, políticas o culturales, para que puedan ser liberadas de todo tipo de maldad (cf. Papa Juan Pablo II, Redemptor Hominis, 15).
Más profunda en los corazones de todas las personas para que ellas también puedan llegar a conocer a Jesús y aceptarlo como Señor y Salvador.
Ahora podemos entender plenamente por qué el llamado de Jesús a la unidad no es un llamado vacío y arbitrario (cf. Jn 13,35). La acción de amor y misericordia en si misma se vuelve un gran signo de la presencia de Dios en el mundo.
A modo de introducción las explicare brevemente:
- Koinonia se podría describir como la comunión en el Espíritu Santo, especialmente la producida por nuestra participación en la Sagrada Comunión.
- Diakonia es servicio o ministerio, asociados a las necesidades materiales y espirituales de la comunidad y fuera de ella.
- Martyria es dar testimonio. Por su testimonio autentico muchos cristianos dieron sus vidas en momentos de persecución (una acción que se conserva hasta el día de hoy en la palabra mártir’). Este modelo de ministerio pastoral describe en tres palabras la función de la Iglesia en el mundo.
Cada modelo de ministerio pastoral tiene necesariamente sus raíces y obtiene su poder del centro neurálgico de la Iglesia: la Eucaristía. El Catecismo de la Iglesia Católica ensena: ≪Los fieles (sancti) se alimentan con el cuerpo y la sangre de Cristo (sancta) para crecer en la comunión con el Espíritu Santo (Koinônia) y comunicarla al mundo≫.
(Nuestra participación en la Sagrada Comunión proporciona el vínculo esencial entre koinonia, diakonia y marturia. San Juan Crisóstomo da mucha importancia a la prolongación de la Eucaristía a través de obras de amor y misericordia.
Por su misma naturaleza la Renovación Carismática esta animada e inspirada por el Espíritu Santo a ir al mundo, a tierras inexploradas y territorios desconocidos.
Su carácter fluye del corazón de la Iglesia al mundo, para dar servicio a todo el mundo, testimoniando así la victoria de Cristo y su presencia entre nosotros. Se parece mucho a la visión de Ezequiel (Ez 47ss.). Sorprendentemente al irse alejando del templo, el agua que fluía de él se hizo más y más profunda. El Espíritu Santo obra maravillas a través de nosotros si encontramos nuestra fuente de unidad ante todo en el corazón de la Iglesia y, en segundo lugar, en la experiencia del bautismo en el Espíritu.
Esta experiencia nos Ayuda a mantenernos ≪firmes en el mismo espíritu≫ y luchando ≪juntos como un solo hombre por la fidelidad del Evangelio≫ (Flp 1,27). Unidad no significa uniformidad. No excluye la diversidad o la distinción. De hecho, la no uniformidad es la raíz de la unidad. Hablar de unidad nace del hecho de que todos somos diferentes y que tenemos diferentes tareas que cumplir en nombre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Nuestro modelo de unidad es Dios mismo: un solo Dios, tres personas distintas, perceptibles en la historia de la humanidad por su función en la economía de la salvación.
Es un amor dinámico, activo y eternamente creativo. Esta es la razón exacta por la que el modelo de koinonia, diakonia y marturia deberia caracterizar el trabajo pastoral. Si nuestro punto de partida es la koinonia, entonces nuestra acción es dinámica y creativa, y al ir fluyendo al mundo a través de nuestra diakonia, se hace más y más profunda. Más profunda en el misterio del Dios Trino, especialmente a través de los sacramentos, la oración y la Escritura, para nuestra propia santificación. Más profunda en la acción dinámica del Espíritu Santo, que quiere sanar al mundo y transformarlo. Más profunda en las estructuras del mundo, sean sociales, políticas o culturales, para que puedan ser liberadas de todo tipo de maldad (cf. Papa Juan Pablo II, Redemptor Hominis, 15).
Más profunda en los corazones de todas las personas para que ellas también puedan llegar a conocer a Jesús y aceptarlo como Señor y Salvador.
Ahora podemos entender plenamente por qué el llamado de Jesús a la unidad no es un llamado vacío y arbitrario (cf. Jn 13,35). La acción de amor y misericordia en si misma se vuelve un gran signo de la presencia de Dios en el mundo.