Familia y educación de la virtud de la justicia

Es necesario que los hijos adquieran la virtud de la justicia no sólo para que actúen bien en el seno de la familia y con sus amigos, sino especialmente para actuar como ciudadanos responsables. Orientados por las consideraciones de David Isaacs (La educación de las virtudes humanas. 2000), exponemos algunas consideraciones sobre la importancia de fomentar el valor de la justicia.

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¿Qué implica ser justos? Es justo quien se esfuerza de manera persistente para brindar a los demás lo que es debido, conforme a sus deberes y derechos como persona (a la vida, a los bienes materiales, culturales y morales), como padres o como hijos, como profesionales o gobernantes, o como ciudadanos, cualquiera sea el rol o función asignado o asumido.

Para no confundir la justicia con otras virtudes anexas, conviene tener en cuenta tres aspectos que siempre deben estar presentes en cualquier acto justo: alteridad (la justicia solamente se realiza respecto a otras personas); derecho estricto (no se trata de un regalo sino de algo debido. Por ello el individuo debe reconocer el débito); y la igualdad (debe existir una adecuación exacta entre lo debido y lo entregado. No puede haber ni más ni menos si el acto va a ser justo).

Conviene saber, igualmente, que la justicia encuentra su pleno cumplimiento en tres estructuras: 1) la relación de individuos entre sí (justicia conmutativa); 2) el todo social para con los individuos (justicia distributiva); y 3) los individuos con el todo social (justicia legal). Visto así, ser justo no supone actuar de un modo justo en actos aislados, sino el hábito de actuar constantemente según las normas de justicia. Justicia implica un correcto comportamiento en las acciones.

Tratamiento de la justicia con los hijos

Desarrollar esta virtud exige a los padres ser justos con cada miembro del hogar, de acuerdo con su condición y circunstancias, de ahí que hasta los nueve años conviene plantear con los hijos una educación de la justicia que destaca ciertas reglas de juego, que muestren con claridad lo que es justo.

En esta edad es preciso ayudarles a adquirir los hábitos con cariño, comprensión y exigencia.

Recién cuando los hijos cuenten con más uso de razón y con más voluntad, se podrá enfatizar que ellos comprendan a profundidad los motivos para ser justos.

Así, los hijos adolescentes, por su propia naturaleza, tienden a ser muy idealistas, buscando grandes soluciones para problemas “importantes”, preocupándose la justicia como ideal más que como un conjunto de actos concretos con su entorno.

A los adolescentes habrá que enseñarles lo que es su deber en su rol de hijo, hermano, compañero y ciudadano, buscando un equilibrio entre sus preocupaciones y actuación de todos los días. Más que exigir un determinado comportamiento, habrá que ayudarles a que comprendan lo que es justo en cada momento.

Resulta obvio que para educar en la justicia no basta con las explicaciones o los consejos, pues también hará falta el apoyo efectivo de los padres, a través de una actitud más exigente o cariñosa, según el momento, así como el apoyo de los demás miembros de la familia.

Cuando el hijo reconoce la conveniencia del acto justo, es posible que lo realice inicialmente por miedo a sus padres, pero luego lo hará porque sabe que es su deber o por un auténtico deseo de cumplir, buscando el bien de los demás.

Justicia de los padres

Actuar con justicia con los hijos supone intentar superar cualquier simpatía o antipatía que pueda haber respecto a cada hijo. Cada hijo es diferente y necesita un trato diferente, pero armonizado con las reglas generales de comportamiento de la sociedad familiar. Lo que debe procurarse es que las sanciones sean adecuadas, buscando la mejora del hijo.

Recordemos que los hijos esperan que sus padres actúen justamente con ellos, y esto incluye que les estimulen cuando actúan bien, o que los castiguen de no ser así, pero en el momento oportuno, y esto incluye que los padres se animen a reconocer y rectificar sus decisiones erróneas en los casos necesarios.

Compatriotas: Educar en la justicia implica un orden en nuestras relaciones con Dios y con los demás; hace que respetemos mutuamente nuestros derechos y que cumplamos con nuestros deberes; pide sencillez, sinceridad y gratitud. ¡Cuánta falta hace desarrollar este valor en nuestra sociedad!, ¿verdad? Así pues, examinemos primero nuestro accionar cotidiano, como padres, educadores, hijos o estudiantes, y con el respaldo de la autoridad moral exijamos luego la plena vigencia de la justicia social en nuestro maltrecho pero querido país.

¡Adelante, juntos podemos!
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