Vida y costumbre de la época colonial

En tiempos de paz, la vida colonial, privada y pública, era muy monótona. Se interrumpía con fiestas públicas muy ruidosas y prolongadas. Además, estaban las fiestas eclesiásticas, los cambios de autoridades, el advenimiento de un nuevo rey o virrey, la inauguración de un templo o edificio público, etc.

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Las ceremonias oficiales se realizaban en el palacio con una gran recepción y el tedéum en la catedral. Entre las fiestas populares, las más corrientes eran las riñas de gallos, las corridas de toros, las corridas de caballos y las de sortija.

COSTUMBRES DEL PUEBLO

La gente del pueblo utilizaba el adobe, material con el cual construían sus casas. Las paredes de las casas en el campo eran a menudo simples tabiques de ramas entrelazadas. Tenían una sola pieza y generalmente la cocina no formaba parte de la estructura.

La base de la alimentación continuó siendo el maíz, la papa y el pan de trigo. La carne era un alimento ordinario. En la altiplanicie peruana, la bebida popular era la infusión de la coca; en México, el pulque, bebida fermentada extraída del agave. La chicha de maíz era una bebida alcohólica perniciosa de muchos pueblos indios.

COSTUMBRES DE LA ARISTOCRACIA

Las casas de las familias de “alta posición” eran amplias y sencillas. Construidas de ladrillo, la fachada era de estilo barroco; las ventanas estaban cubiertas de un enrejado. Un ancho zaguán daba entrada al primer patio, cuyo piso solía cubrirse de piedras redondas. Alrededor de ese patio se abrían las puertas de la sala y del comedor.

Los dormitorios daban al segundo patio y el tercer patio constituía el jardín. Los patios, en ocasiones, estaban rodeados de columnas o pilares.

Las paredes de la sala se adornaban con grandes retratos, espejos de marco de cristal o de madera dorada o plateada. Un gran piano de cola era el único mueble que se añadía a las sillas y los sillones.

Los muebles del comedor y del dormitorio eran sólidos y sencillos.

Los colonos aristocráticos amaban el lujo y vestían espléndidamente.

La iluminación nocturna se hacía con velas de sebo o lamparitas de aceite en el interior de las casas; las calles quedaban a oscuras, custodiadas por algunos serenos, que a cada hora clamaban: “Ave María Purísima, las (once) han dado”.

ARTES Y OFICIOS EN LA ÉPOCA COLONIAL

EL OFICIO DORADO

Los nativos y los españoles que se ubicaron en estas tierras se destacaron como estupendos orfebres. Trabajaban el oro, la plata y las piedras preciosas. Hoy día muchas iglesias de Perú y México conservan algunas de aquellas fantásticas obras de arte.

EN BANDEJA DE PLATA

Los plateros gozaban de especial prestigio entre los orfebres. En sus fraguas o talleres cincelaban, martillaban y grababan el metal hasta convertirlo en joyas, vajillas o adornos resplandecientes. Pero la especialidad de los plateros eran las piezas con que completaban el arnés de los caballos: frenos, cabezales, espuelas y rebenques de plata. Los jinetes no se quedaban atrás con las hebillas y facones de plata que llevaban.

FORJADORES DE ARTESANÍA

La herrería fue una de las grandes novedades que trajeron los españoles. Los nativos se convirtieron en artesanos del hierro. A golpe de martillos fabricaron rejas, campanas, candados y cerraduras que decoraban las casas, así como muchas otras obras de arte.

COSITAS, COSITAS

LA VISITA COLONIAL

Cuando una dama deseaba hacer una visita, era costumbre hacerse anunciar a través de una doncella, llamada criada de razón, y era la preferida de la señora. A las diez de la mañana, se presentaba en la casa y anunciaba que su patrona deseaba hacer una visita, y si era aceptada la visita, la reunión se realizaba a la tarde.

Se servía mate dulce en platillo de cristal, en una bandeja de plata.

Más tarde era el turno del chocolate caliente con bizcochos. Si se hacía tarde, la venía a buscar un criado con farol, y el dueño de casa acompañaba a la visita de regreso a su hogar.
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