Pero si tú habitaras mis vergeles, Libres entonces de cadenas de oro Las cediera al amor de otros donceles, No te afligieran con su infausto lloro.
Flor de mis vergeles, abre, »Que si tardas en abrir »Te apresuras en matarme.» -«¿Cómo te he de abrir mis puertas »Si no te conozco...?
Allí portentos de la docta Maga, El Cíclope sin luz, y los
vergeles De Alcino, y de la gruta de Calipso El umbroso frescor; allí la lucha Del mañoso Itacense con los vanos De la casta Penélope amadores, Que en balde el arco manejar querían, Por la diestra fortísima doblado Del hijo de Laertes.
Marcelino Menéndez y Pelayo
Pero en el hermoso rostro y frente tres misteriosos vergeles o peregrinos pensiles vio de flores entretejidos de rosicler y nieve, divididos con un sublime y lindísimo retrete de olor en excelente proporción de relieve de nieve hecho, y de multitud de flores de los colores mismos con gentil primor compuesto.
Llegó a él embriagando sus sentidos el blando soplo de la fresca brisa, y en ella los prefumes recogidos al tocar en las ramas olorosas, blancas acacias y encendidas rosas en los vergeles con abril floridos.
El remanso que forma fuente fría Remeda sombras trémulas, vergeles; Miente nubes de hermosa pedrería Y sauces que desmayan en doseles; Aves que se columpian en las ramas, Insectos que festejan a las rosas, De celajes de púrpura las llamas, Y ornatos de elegantes mariposas.
Y te daré mi corazón fogata para hacer de los calvarios tus
vergeles y al pacto obrero del martillo incandescente has de encender mi frigidez de nieve.
Antonio Domínguez Hidalgo
Un pueblo inteligente y numeroso el lugar ocupó de los desiertos, y los vergeles de Pomona y Flora a las zarzas incultas sucedieron.
Pero hé aquí al poco mas ó ménos lo que sucede: Un pingüe y gordo cultivador poseia antiguamente un vasto terreno de sembrados, prados, viñas, vergeles y bosques.
Compré en la campiña todos los sitios que le eran agradables, y donde gustaba llevar sus pasos; construí la casa de campo rodeada de vergeles que su pintoresca imaginación ideaba, y llenela de todos los bellos objetos que solían recrear sus ojos.
¡O sobre ti sus celajes dejó la pintada aurora, ó guardan aun tus ramajes, los pendones y plumajes y ríos de sangre mora! Plateados espejos fieles anhelando retratarla abandonan sus vergeles y envuelto en rosa y laureles el Bétis viene á besarla.
-exclamaba-. ¿Cuál de tus almenadas azoteas, cuál de tus blancas bóvedas, cual de tus sombrosos vergeles la cobija? ¿qué hace ahora?