amazona


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amazona

(Del lat. Amazonis < gr. Amazon.)
1. s. f. EQUITACIÓN Mujer que monta a caballo.
2. MITOLOGÍA Mujer de un supuesto antiguo pueblo de mujeres guerreras que, según la leyenda, se mutilaban la mama derecha para tirar más fácilmente con el arco.
3. Mujer que tiene aspecto o modales varoniles.
4. EQUITACIÓN Traje femenino para montar a caballo.
Gran Diccionario de la Lengua Española © 2022 Larousse Editorial, S.L.

amazona

 
f. En la ant. Grecia, mujer de una raza legendaria de guerreras que habitaban en Asia Menor y no admitían hombre alguno entre ellas.
fig.Mujer de ánimo varonil.
fig.Mujer que monta a caballo.
fig.Traje de falda larga, que usan las mujeres para montar a caballo.
Diccionario Enciclopédico Vox 1. © 2009 Larousse Editorial, S.L.
Sinónimos

amazona

nombre femenino
jinete
Amazona es la mujer que monta a caballo, mientras que jinete se refiere al hombre que cabalga.
Diccionario Manual de Sinónimos y Antónimos Vox © 2022 Larousse Editorial, S.L.
Traducciones

amazona

amasone

amazona

amazzone

amazona

SF
1. (Literat) → amazon (Dep) → horsewoman, rider; (= mujer varonil) (pey) → mannish woman
2. (= traje) → riding suit
Collins Spanish Dictionary - Complete and Unabridged 8th Edition 2005 © William Collins Sons & Co. Ltd. 1971, 1988 © HarperCollins Publishers 1992, 1993, 1996, 1997, 2000, 2003, 2005
Ejemplos ?
Recuerdo que aquel traje me hacía el efecto de una amazona a la que hubieran cortado la falda; llevaba un reloj de hombre, a juzgar por la forma y el tamaño, colgado al cuello por una cadena, y los puños se parecían mucho a los de las camisas de hombre.
Saludemos a la magnolia, princesa india que ha venido de viaje y se ha quedado en nuestro clima. No está bien de salud la señora; pero ¡qué aristocrática, qué regia es esta amazona!
Hipólito, el hijo de Teseo, nacido de una amazona, criado por el sabio Piteo, es el único, entre los ciudadanos de esta tierra de Trecenia, que dice que soy la peor de los Demonios, y desprecia el lecho nupcial y rehuye las bodas.
Has de saber, no obstante, que, aunque seas más tenaz que el mar, si mueres, serán engañados tus hijos y no participarán de la riqueza paterna. No, que la real amazona ecuestre ha parido un bastardo para que mande en tus hijos, y tiene pensamientos libres.
Como quiera que fuese, Silveria, convirtiéndose en denodada amazona, se apoderó del arma, que el viejo no sabía esgrimir a causa de su debilidad y de su ceguera, y creyó y aseguró que tendría a raya a toda la chusma.
Pero de Venus, antes, el hermoso apacible lucero rompió el albor primero, y del viejo Tithón la bella esposa --amazona de luces mil vestida, contra la noche armada, hermosa si atrevida, valiente aunque llorosa--, su frente mostró hermosa de matutinas luces coronada, aunque tierno preludio, ya animoso, del Planeta fogoso, que venía las tropas reclutando de bisoñas vislumbres, --las más robustas, veteranas lumbres para la retaguardia reservando--, contra la que, tirana usurpadora del imperio del día, negro laurel de sombras mil ceñía y con nocturno cetro pavoroso las sombras gobernaba, de quien aun ella misma se espantaba.
Era tan raro caso que la baronesa de Stick durmiese a las diez, que la sirviente sufría esa aprensión vaga que a veces anuncia las catástrofes. ¿Estaría la amazona gravemente enferma?
Y tragedias leídas en los periódicos, historias de asesinatos cometidos por criminales que se desvanecen como el humo, sin dejar huella alguna, ocurrían a la imaginación de la doncella leal, que compartía con la atrevida amazona, desde hacía cinco años, las emociones del riesgo, el engreimiento de los aplausos.
Pero ¿es de día? Al exclamar así con angustia -la angustia que hace opaca la voz y entrecorta la respiración- la amazona se había incorporado.
Porque era de seguro un olvido; era el aturdimiento, la embriaguez de la pena, lo que impedía a la amazona preocuparse de una cosa tan seria...
Dime, dime qué desgracia ha ocurrido. FEDRA El hijo de la ecuestre amazona, Hipólito, grita y lanza imprecaciones terribles contra mi nodriza.
La escoltaban doce preciosas doncellas, todas vestidas de blanca seda y cabalgando en caballos negros como azabache, mientras la princesa montaba un corcel blanco como la nieve, adornado con diamantes y rubíes; su traje de amazona era de oro puro, y el látigo que sostenía en la mano relucía como un rayo de sol, mientras la corona que ceñía su cabeza centelleaba como las estrellitas del cielo, y el manto que la cubría estaba hecho de miles de bellísimas alas de mariposas.