Las recetas keynesianas y monetaristas no dan resultado
Las medidas adoptadas en los últimos años en Europa, EE.UU. y Japón, países que sumados representan el 65 % de la demanda mundial, no han dado resultados. Estas medidas fueron las que siempre funcionaron cuando había una crisis de actividad y desempleo. Según la orientación política de los gobiernos, se recurría a la solución keynesiana o a la monetarista.
De una manera simplificada, la receta keynesiana consistía en volver al pleno empleo mediante mayor gasto público, aunque fuera con déficit fiscal. De esta manera aumentaría la demanda agregada y así se recuperaría el pleno empleo de los factores productivos.
Por otro lado, para los monetaristas el mayor gasto público podía ser un problema, por lo que, habiendo capacidad ociosa de producción, recomendaban aumentar la cantidad de dinero y bajar la tasa de interés, con lo cual "en el corto plazo, el output crecería sin peligro de inflación".
Para no equivocarse, los gobiernos de los países centrales aplicaron las dos políticas, gasto público con grandes déficits fiscales financiados con deuda y dinero fácil con tasas de interés súper bajas, cercanas a cero. No funcionó:
Evaluamos el resultado de las políticas por la evolución del desempleo de la mano de obra. Una persona que antes en EE.UU. perdía el empleo lo recuperaba con seguridad en un lapso de 5 a 10 semanas de acuerdo a las cifras de la FED desde 1967. En los peores momentos del ciclo, como pueden ser los años 1974, 1983, 1992 ó 2002, los picos de mayor tiempo para recuperar el empleo fueron de 10 semanas. El resto de los años presentaba mínimos de 5 semanas o valores intermedios.
Pero "esta vez es diferente" . En EE.UU. un desempleado ha tardado, en promedio, un pico de 25 semanas para recuperar su empleo y ahora ese tiempo se ha estabilizado en 22 semanas, un nivel muy diferente del pasado, a pesar de los enormes esfuerzos fiscales y monetarios desplegados por los gobiernos para recuperar la normalidad. Cuando la sociedad observa este tipo de datos pierde la confianza y el consumidor no gasta pues piensa que él podría ser uno de los que queden 22 semanas desempleados.
El futuro es muy inseguro. Los gobiernos se han quedado sin herramientas y no saben qué hacer
También en Europa y Japón se vive una situación parecida y las recetas de ayer no sirven para solucionar los problemas de hoy. El futuro es muy inseguro. Los gobiernos se han quedado sin herramientas y no saben qué hacer. Hay que pensar de nuevo.
No es una solución fácil y puede haber alternativas nuevas. Pero sí podemos decir que el problema es el exceso de deuda. Esto ocurre en el sector privado, pero para el sector público, que siempre debe ser más prudente, supera ampliamente los límites aceptables de 60% del PIB. Es muy difícil que un problema de exceso de deuda pueda arreglarse con más deuda y más paquetes de deuda. A lo sumo se postergará el problema.
En las actuales condiciones, el aumento del gasto público, recomendado por muchos, es difícil que funcione para reactivar la economía. ¿A qué se debe esto, si antes funcionó? Si, pero antes el gasto en proporción a la economía era chico y aumentarlo era un cambio importante. Ahora, después de décadas de Economía del Bienestar, es decir, de gastar para estar mejor aun en épocas de bonanza, el gasto público se ubica en niveles inimaginables 20 ó 30 años atrás. Como no alcanzan los impuestos para financiarlo, la Economía del Bienestar ha recurrido a gastar el ahorro de otros colocando enormes montos de deuda, por encima de lo máximo recomendable (hoy la deuda llega al 100% del PIB o aún mas). Se ha vivido por encima de las posibilidades (gasto mayor a la producción en forma permanente) y esto no puede sostenerse todo el tiempo.
El liderazgo mundial tiene que volverse realista para que la solución no sea tan dolorosa
De esto se desprende una consecuencia, que ya la aprendimos en la Argentina. Si hay que disminuir la deuda, van a perder los ahorristas. Por eso, el oro vale 1700 u$s la onza cuando hace 5 ó 6 años atrás estaba en 270 u$s la onza. El oro es una cobertura contra quitas o licuaciones de deuda. Algo más grave todavía es que también van a aumentar los problemas sociales y "los indignados del primer mundo" son sólo el principio.
La solución: volver a un gasto público más razonable y a una deuda dentro de los límites del 60% del PIB o aun menos, para no estar en niveles límite que nos dejan sin alternativas frente a cualquier shock externo que pudiera ocurrir. Esta solución no le gusta a nadie, pero el enfermo tiene que operarse para sanarse. Ya no alcanza con aspirinas. El liderazgo mundial tiene que volverse realista para que la solución no sea tan dolorosa y al mismo tiempo interminable, como parece ser en la actualidad.
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