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ENFOQUE

La importancia de las fiestas populares

Las fiestas populares son remotas y antiguas, como la existencia del hombre. Constituyen un fenómeno de estudio antropológico. En muchas comunidades surgieron como celebraciones religiosas, en otras como festejos conmemorativos de aniversarios o como revalorización de actividades laborales o costumbres típicas. En fin, la índole es variada y podríamos citar innumerables ejemplos. Yo considero que una festividad popular pone en valor cultural, turístico, gastronómico, etc., al lugar donde se la realiza. Realza por sobre todas las cosas su identidad, sus costumbres, sus bellezas paisajísticas y sus valores comunitarios.
El carácter de popular, también es digno de destacar, porque se circunscribe al pueblo, a la expresión más genuina y representativa de la gente común, del que habita, del hombre que le da carácter a su terruño, y esta manifestación, como emana de lo popular, también es absorbida por lo popular. El glamur es incompatible con lo popular, lo que aquí se corresponde es la sencillez de lo auténtico, de lo que representa a un lugar, a su historia, a su identidad.
El pueblo necesita de fiestas populares porque en ellas se refleja su esencia, su razón de ser, su interrelación con el otro.
Además, una festividad popular debe ser accesible y no excluyente, debe ser amplia, abarcativa y no selecta. En una manifestación de estas características el hombre se encuentra con sus tradiciones, con la cultura que lo alimenta; se encuentra, en definitiva, con su propia alegría, con lo que le interesa.
El pueblo se contenta con poco, si ese “poco” es lo que lo representa. Ahí se expresa la autenticidad en su más puro valor.
Soy un gustador de las fiestas populares, celebro con entusiasmo cuando una ciudad, un pueblo o un paraje se regocija celebrando con su fiesta, cada una de ellas diferente, con su nombre, con su programación, con su propuesta, pero en el fondo, iguales entre sí, con un objetivo por encima de todo: “revalorizar lo popular”.
En mi vida, el hecho de haber participado durante veinte años en la organización de la Fiesta del Cosechero, en Morse, ha sido una experiencia maravillosa, un motivo de alegría y de orgullo. El hecho de haber revalorizado durante tanto tiempo al pueblo de Morse a través de su fiesta me reconforta.
En ocasiones pienso en la cantidad de personas que han conocido el pueblo de Morse y su fiesta, tal vez más de 100.000 visitantes; aunque esto no interesa tanto, lo importante es el lugar ganado, el posicionamiento que el pueblo de Morse se ha ganado en la región. Cualquier vecino que nombre con orgullo a su pueblo, a Morse, estando en otro lugar, generalmente encuentra como respuesta: “La Fiesta del Cosechero”, la mención inmediata de lo que identifica al lugar.
Ante esto siento tranquilidad, emoción, orgullo, pues mi pueblo se ha ganado un lugar de privilegio en el terreno de la identidad, de lo que valoriza un lugar, de lo que lo hace, precisamente como es: simple y sencillo pero auténtico.
Pienso en la fiesta, en el mes de octubre, en el pueblo, en la plaza, en el museo, en sus calles, en su gente, en los artistas, en los artesanos, en los criollos y en todos los que año tras año la refundan, la reviven, la reeditan infinitamente.
La historia no se escribe porque sí, se escribe a partir de sus hechos; y los hechos están en el tiempo, en ese tiempo transcurrido, sagrado, inmortal. Pues bien, me pongo de pie ante toda expresión de popularidad, me pongo de pie ante vos: Fiesta del Cosechero, y deseo que el peso de tu historia te haga renacer en cada mes de octubre, que tu pasado se haga presente y que empuje la ansiedad en un futuro siempre vigente para que las generaciones venideras te sigan aplaudiendo de pie.
Siempre de pie, porque sos la expresión genuina de un pueblo con identidad. 

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