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Monogamia y poligamia

La monogamia no es natural. La poligamia, en cambio, va paralela con la evolución de las especies.

Por ser placentero, el sexo en los mamíferos (humanos incluidos) es un mecanismo de recompensa que favorece la supervivencia de su clase; no existen dudas, el sexo es natural. La monogamia -la práctica de estar casado con una sola persona (monogamia social) o de tener solo una pareja como amante durante un cierto período (monogamia sexual)- no lo es. Entonces, si la monogamia no es natural, ¿lo es la poligamia? Tampoco: la mitad de la población del planeta prefiere la monogamia y ese cincuenta por ciento del género humano no podría considerarse anormal.
¿Cuál es el gran logro de la monogamia social? La estabilidad emocional. La educación temprana de los niños por padres con uniones duraderas contribuye al equilibrio futuro de jóvenes y adultos. Esta sola razón justifica la monogamia social hasta donde resulte tolerable.
Aunque este columnista no encontró respaldo alguno en Internet, existe otra justificación para la monogamia sexual que, a su turno, genera puntos a favor de su equivalente social: la monogamia por decreto en cualquier sociedad favorece la igualdad de oportunidades sexuales, para varones y hembras, disminuyendo los desbalances en la satisfacción de tan significativa necesidad.
Esa debió ser la intención divina cuando fuimos creados. “Por eso un hombre deja a su padre y a su madre, y se une a su mujer para convertirse en una sola carne” (Génesis 2:24). Con el tiempo, los inquietos judíos ignoraron a Jehová y desnivelaron la bien intencionada equidistribución. El rey Salomón fue el campeón de los desenfrenados: “Y él tuvo setecientas esposas, princesas, y trescientas concubinas” (1 Reyes 11:3).
Diez siglos después Jesús resolvió acabar con tan insólito acaparamiento y estableció el matrimonio monógamo de la cultura cristiana occidental, dándole así respaldo total al Génesis: “Lo que Dios ha unido, no debe separarlo el hombre” (Mateo 19: 4-6). Él mismo celebró -se tomó unos tragos en- una boda en Caná (aunque no se sabe quiénes se casaron) y allí efectuó su primer milagro al convertir agua en vino cuando este comenzó a escasear (Juan 2:1-11).
En la repartición de las riquezas, incluido los placeres sensuales, Jesús fue bastante socialista. (En mi época universitaria, los comunistas católicos, claro que pensando más en “los ricos que no pasarían por el ojo de una aguja” que en el prorrateo del bienestar sexual, decían que Jesucristo era camarada. “El amor al pueblo lo aprendí en el evangelio”, repetía el cura Camilo Torres).
La monogamia social en occidente tiene pues su origen en el cristianismo. La poligamia sexual, por otra parte, va paralela con la evolución de las especies y sus raíces son genéticas. Solo unas pocas especies mamíferas, menos del cinco por ciento, son monógamas (lobos, gibones, topillos de la pradera…) y, con la excepción de la mitad de los humanos, todos los integrantes de la familia homínida (gorilas, orangutanes, chimpancés y bonobos) son polígamos.
Así suene contradictorio, las sociedades parecen estar desplazándose hacia la ‘antinatural’ monogamia. Con los musulmanes a la cabeza, la cuarta parte de los habitantes del planeta vive en culturas polígamas. Señal evidente de esta tendencia es el hecho de que, a pesar de ser aceptada por su religión, la poligamia está prohibida en países de mayoría islámica como Turquía, Túnez y Albania, así como en los estados musulmanes de la antigua Unión Soviética; los mormones, por su parte, abolieron la poligamia desde 1890.
No obstante tan clara tendencia, los resultados de un hipotético plebiscito para escoger entre monogamia y poligamia no serían predecibles. Es de aceptación general que los maridos libertinos superan en número a los esposos fieles y así lo confirma una investigación de la Universidad de Oxford, Inglaterra, dirigida por el doctor Rafael Wlodarski; su estimativo de la proporción porcentual es 57 contra 43. Las mujeres recatadas (53%), en cambio, son más que las licenciosas (43%), pero sorprende la proximidad al cincuenta por ciento de las cuatro cifras.
En el reino animal, las aves, a diferencia de mamíferos, tienen en general, un comportamiento ‘social’ mayoritariamente monógamo, acompañado por muy frecuentes escapadas ‘extramaritales’. Los ornitólogos están acabando con el romántico mito de los ‘amores alados hasta el final de los días’. ¿Será esta tipo de esquema ‘volátil’ hacia donde se están desplazando las relaciones de las parejas humanas?
Gustavo Estrada
Autor de hacia el Buda desde el occidente
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