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Separados por la religión y la comida

Una comida familiar se convierte en un viacrucis si los miembros pertenecen a diferentes religiones, como ocurre en la Morales, que ha visto a sus integrantes convertirse del catolicismo al cristianismo y a la santería.

“En realidad no tenemos ningún problema porque nos moleste la religión de los otros, pero cuando nos reunimos a comer sale el que no come algún alimento porque su religión se lo prohibe, o los familiares cristianos que no comen moronga, porque se los prohiben. Una de mis hermanas no come arroz, lo tiene prohibido por la religión, imagínate”, explica Josefina, una de las hermanas de esta familia de trece hermanos.

Algunos miembros de la familia Morales también tiene miembros que nunca han profesado la religión que les inculcaron sus padres.

“Esos nunca respetaron la vigilia”, continúa Josefina, “pero ahora hay que ver quién come qué cosa. Lo más fácil ha sido pedirles que si nos reunimos, cada quien lleve su comida”.

Graciela, practicante de la santería, dice que aunque es cierto que tienen varias prohibiciones, su fe no es radical y dentro de ella se explica que por respeto y humildad, si les ofrecen un alimento prohibido, deben consumirlo.

“Todos los santeros tenemos prohibido calabaza y coco, pues simbolizan una, el dinero, y el otro era usado como santo, se veneraba al coco como santo y comerlo equivale a comerse al santo”, explica.

Con tantos miembros, la cosa se complica. Aníbal, hijo de Graciela, salía con una budista. En esta religión y en la santería, el alcohol y el cigarro se prohiben. “Son prohibiciones porque estas religiones cuidan tu salud y, en santería depende del santo que te guíe qué te van a prohibir”, indica Aníbal, único con rango santero en la familia.

María, una cristiana, explica que en su religión también se prohiben el alcohol y los cigarros y que las diferencias llegan hasta antes de comer: “Los cristianos bendecimos los alimentos y si nos reunimos, los demás no lo hacen, guardan silencio mientras rezamos”.

Distintos hasta en la muerte

En México el 80 por ciento de la población se considera católica, pero sólo 59 por ciento se reconoce practicante, según datos que da Elio Masferrer, presidente de la Asociación Latinoamericana para el Estudio de las Religiones.

Pero las diferencias no se limitan a la hora de la comida. Ante la muerte de un familiar, los funerales se realizan de acuerdo a sus creencias, y a veces, se conjugan con las de la familia.

“Si yo muero”, dice Aníbal, “primero deben avisarle a mis padrinos santeros, ellos harán un ritual llamado itutu y después pueden velarme conforme al catolicismo si quieren”, finaliza.

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