Universidad Veracruzana

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Salamandras: la comidilla del jardín

Mariana Morales Murrieta*

“Cuando vayas al campo ten cuidado con los tlaconetes”, escuché decir alguna vez a una señora, porque “se te pueden meter al cuerpo y hacer su nido ahí”; también alguien más dijo: “los tlaconetes soportan temperaturas tan altas que si los echas al fuego no se queman, por eso aguantan nuestro calor corporal”.

Pero ¿por qué un tlaconete viviría en el cuerpo de una persona?, la respuesta es que no lo hace. Ésta, como muchas otras historias, son solo mitos que se han transmitido de generación en generación con quién sabe qué intención. Y no, tampoco pueden embarazar a nadie.

Aunque estas terroríficas habladurías provocan escalofríos en las personas, lo cierto es que no son peligrosos en absoluto, por el contrario, los tlaconetes -o salamandras-  pueden ser grandes aliados de los humanos. Por ejemplo, durante todo el año, pero especialmente en época de calor, los mosquitos desesperan a cualquiera: no dejan dormir, pican en los brazos, piernas y prácticamente en cualquier rincón que encuentren, ni hablar de las clásicas polillas que destrozan los muebles de la casa. Sin embargo, lo que nosotros vemos como una molestia, los tlaconetes ven en los insectos su principal fuente de alimentación.

Como cualquier depredador de insectos, los tlaconetes y en general, todos los anfibios, ayudan a controlar su población para que no se conviertan en una plaga peligrosa. Pero por sí mismas, también juegan un papel importante dentro de las cadenas alimenticias, porque las comen otros animales como los mapaches, tejones o armadillos; también están en la dieta de algunos reptiles como las serpientes y son el platillo favorito de las aves.

No hay que dejar de lado que, por su sensibilidad al ambiente, los anfibios son considerados como un bioindicador, esto quiere decir que el estado de sus poblaciones sirve para saber qué tan saludable es el lugar que habitan, así que si tu hogar es saludable para los tlaconetes, lo es también para nosotros.

Los tlaconetes, junto con los sapos, las ranas, los tritones, los famosos y carismáticos ajolotes y otros bichos no muy conocidos llamados cecilias, pertenecen al grupo de los anfibios; su piel es lisa, no tienen pelo, ni escamas y tampoco plumas, su piel está cubierta por nada más que una capa de mucosa para mantenerla húmeda.

Aunque a la vista puedan parecer desagradables por su piel viscosa, ésta tiene una función vital para los anfibios, pues respiran a través de ella. De hecho, hay algunas especies de salamandras que ni siquiera tienen pulmones.

Otra de las características más conocidas de los anfibios es que en algún momento de su desarrollo o durante gran parte de su vida, pueden respirar tanto dentro del agua como en la tierra y pasan por un proceso de cambio llamado metamorfosis, donde modifican tanto su estructura interna como externa.

Además, estos pequeños animales son ovíparos, o sea que su reproducción es a través de huevos, pero su fertilización ocurre fuera del cuerpo de las hembras. Un dato curioso es que los anfibios están en casi todo el planeta con excepción de los polos, ya que son incapaces de controlar su temperatura, es por esta característica que se han ganado el apodo de ser animales de sangre fría.

Igualmente, su tamaño varía dependiendo de cada especie, las más pequeñas alcanzan los cinco centímetros de largo, pero la especie de salamandra más grande se ubica en Japón, y llega a medir hasta 1.8 metros. Ya no parecen tan “horripilantes” las miniaturas que vemos en nuestros jardines, ¿cierto?

Seguramente habrás visto en más de una ocasión a estos animales, pues es relativamente fácil encontrarlos en ambientes húmedos como en los bosques templados, en los cafetales, platanares y en zonas montañosas. Sin ir muy lejos, muchas veces los puedes encontrar en el jardín de tu casa: algunas bajo tierra entre hojarasca, piedras o troncos podridos, resguardadas en arbustos, helechos y otras más, arriba de los árboles entre bromelias y tenchos, siempre en ambientes húmedos o cerca de algún cuerpo de agua, aunque sea un pequeño charco.

Es importante mencionar que al menos en nuestro país, ninguna salamandra es venenosa y, pese a que sí existen algunas especies ligeramente tóxicas en Europa y en países asiáticos como China, ninguna es nociva para los humanos, las toxinas son simplemente parte de la defensa del animal.

A pesar de que las salamandras son totalmente inofensivas, muchas personas les temen por todos los mitos que recaen en ellas, lo que pone en riesgo la supervivencia de su especie al ser sacrificadas por considerarlas dañinas.

Lo anterior contribuye a que, a nivel mundial, poco más de un tercio de los anfibios están amenazados; aproximadamente 122 especies se han extinguido desde 1980 y por lo menos 43% están disminuyendo.

En nuestro país, únicamente en el bosque mesófilo de montaña, existen 183 especies diferentes de anfibios, de las cuales 118 son endémicas, lo que las hace especiales porque no existen en ningún otro lugar del mundo.

Si de tlaconetes hablamos, en México hay 87 especies en riesgo y de estas, 68 son nativas del país, además de 24 especies amenazadas y tres en peligro de extinción, el resto están bajo alguna protección especial. En Veracruz, hay 20 especies exclusivas de la región y casi todas las especies de salamandras se encuentran en alguna de estas categorías de riesgo.

Adicionalmente, la deforestación lleva a la pérdida de su hábitat, necesario para que la población de salamandras se mantenga estable, especialmente con aquellas que solo viven en ese sitio en particular, pues de ello depende su reproducción y, por ende, su supervivencia.

Tal vez los tlaconetes no parezcan tan importantes en nuestro entorno, pero siempre es mejor no arriesgarse y esperar el “a ver qué pasa” si un día despertamos en un mundo sin salamandras. Si al menos las respetamos y nos dejamos de rumores, quizás podamos convivir con ellas como buenos vecinos.

 

 

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*Estudiante del Diplomado en Comunicación Pública de la Ciencia 2018

correo: dmmm04@hotmail.com

 

Ilustración: Francisco J. Cobos Prior

Redes Sociales: Katya L. Zamora

Dir. de Comunicación de la Ciencia, UV

dcc@uv.mx

 

 

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