Y es que no hace falta que le asesinen a un hermano, es que no hace falta que le asesinen al esposo o al hijo; basta levantarse una mañana y ver regado por las calles un rosario de cadáveres, para que todo el mundo se sienta de luto, para que cada madre se llene de incertidumbre y de temor: Hoy fue el hijo de la vecina, el hijo de la amiga; mañana puede ser su hijo o su esposo. No vivían seguros en Cuba ni los chivatos (ABUCHEOS).
Desde luego, que estaban mucho más seguros que ahora; pero ocurría a veces que las propias tropas en operaciones —a veces— mataban a los chivatos para que no les dijeran dónde estaban los rebeldes.
El chivato para mí es un ser despreciable, todo lo más despreciable que pueda concebir; pero, a diferencia del esbirro, el número de chivatos es cien veces mayor que el número de esbirros, porque por cada criminal había como 50 chivatos.
Y, señores, no se puede fusilar a todos los chivatos, es imposible, porque son demasiados chivatos; por lo tanto, hay que fusilar a los criminales de guerra.
Pero, ¿los chivatos existen? (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”) ¿O existían? ¿Dónde están? (EXCLAMACIONES DE: “¡A guindarlos, a guindarlos!”) No, no, no, a guindarlos no; no, ¿para qué?
Para el chivato será mucho peor estar preso durante 30 años, condenado a trabajos forzados, porque tendrá que llevar esa culpa sobre él, tendrá que llevar ese dolor sobre él; porque si no tiene vergüenza ni tiene conciencia, en cambio, cuando tenga que trabajar 8 ó 10 horas todos los días, va a tener oportunidad de saber las consecuencias de lo que es haber aspirado a vivir de la delación y de la sinvergüencería. Naturalmente, no tenían la culpa solo los chivatos.
Yo les decía que no podíamos fusilar a todos los chivatos porque eran muchos miles, eso era imposible, y que la medida es hacerlos trabajar.
Casi casi había que vivir agradecido de que no lo asesinaran a uno por la calle (EXCLAMACIONES DE: “¡Los chivatos, los chivatos!).
(EXCLAMACIONES DE: “¡Ahora!”) Ustedes saben que aquí en nuestra patria, cuya historia comenzó hace cuatro siglos cuando la descubrieron los españoles y cuando la conquistó Diego Velázquez, desde el primer indio que asesinaron los españoles hasta el último joven que asesinó un esbirro de Batista han estado pidiendo justicia, porque nunca hubo justicia en nuestra patria, y por primera vez hay justicia en nuestra patria (APLAUSOS Y EXCLAMACIONES DE: “¡Abajo los chivatos!”).
Si se han pasado siete años sembrando el terror aquí y allá, es lógico que todo el mundo los conociera; nadie se iba a equivocar cuando se fusilaba a uno de esos criminales, ¿comprenden? Ahora viene el caso de los chivatos (ABUCHEOS).
Bastante respetuoso y disciplinado se ha portado el pueblo, bastante respetuoso de las órdenes y de la disciplina que debe tenerse en esta hora, porque no ha arrastrado con todos los chivatos, con todos los esbirros.
(ALGUIEN DEL PUBLICO LE DICE: “¿Y los chivatos aquí qué van a hacer?”) A los chivatos los vamos a poner a trabajar bien duro (APLAUSOS).